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Exploración de África en textos egipcios

Historia del Antiguo Egipto: faraones, dinastías y cronologías

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LA EXPLORACIÓN DE ÁFRICA EN LOS TEXTOS EGIPCIOS.

DE SAHURE A NECO II.

 

Lic. Nelson Pierrotti

 

I PARTE

 

Cuadro de texto:  Cuando se narran las actividades de exploración realizadas en el Mundo Antiguo, rápidamente se recuerda a los intrépidos navegantes fenicios, quienes se aventuraron en el Atlántico y fueron los primeros en dar la vuelta al África (en tiempos del faraón Neco II); o a algunos marinos griegos, como el expedicionario marsellés Piteas (330 a.C.), quién recorrió las costas de la Galia y de Germania (Francia y Alemania), tocó las costas de Inglaterra y llegó hasta la remota isla de “Thule” (tal vez Noruega o Islandia), siguiendo probablemente rutas fenicias. O es posible que también se recuerde a los más antiguos “mapamundi” confeccionados por el filósofo Anaximandro de Mileto (550 a.C.), por Eratóstenes de Cirene (284-192) o por Ptolomeo de Alejandría (10-170 E.C.), los que sirvieron de reservorio de los conocimientos geográficos acumulados hasta su tiempo.

 

Sin embargo, pocas veces se evocan las aventuras de los navegantes y exploradores egipcios, quienes viajaron extensamente por Siria, Fenicia, Creta, Chipre, Libia, Túnez, África oriental, el Sudán, el mar Rojo, la costa arábiga, Persia y posiblemente la India a través del océano Índico (al que llamaban “mar del Éufrates”). Casi todos aquellos itinerarios fueron verdaderas empresas político-comerciales (muy vinculadas a cuestiones de poder y control) en los que transitaron –no pocas veces- numerosos contingentes humanos, como los 3.000 hombres que el faraón Mentuhotep III enviara al país de Punt en África oriental; o los 10.000 que, según se dice en los documentos de época, despachara Mentuhotep IV con igual destino al mando del experimentado explorador Amenemhet[i]. La evocación de tales hazañas lejanas nos introduce en uno de los capítulos más apasionantes y menos conocido de la historia egipcia[ii].

 

Comenzaremos -en este artículo- por reseñar descriptivamente las diferentes experiencias, los personajes que intervinieron y los logros alcanzados; para en una próxima entrega, analizar críticamente los documentos y su contenido.

 

 

 

I

 

“En las terrazas del incienso”

 

 

 

EL VIAJE A PUNT EN LA PIEDRA DE PALERMO. REINADO DE SAHURE (2450 A.C., V DINASTÍA)

 

El comienzo histórico de los viajes y expediciones egipcias a las “terrazas del incienso”, el país de Punt desde el que se importaba el codiciado incienso, ampliamente comercializado en todo Oriente; marcó también el inicio de la exploración hacia el interior del continente africano.

 

El primer testimonio de las actividades de exploración egipcia que se encuentra en la famosa “Piedra de Palermo” –documento perteneciente a la V Dinastía- es también el primer registro de la expedición al ya citado país de “Punt” (¿Somalía?, ¿Eritrea?, ¿Saba?, no lo sabemos)[iii], que en los “Anales” del Reino Antiguo (en la sección de Sahuré) se denominaba las “terrazas del incienso” (“khetiu anti), y también el “país del dios(“Ta-neter”). Con el tiempo la tierra de Punt estuvo comunicada por una ruta marítima regular –que iba desde el mar Rojo, pasando por los canales del Nilo hasta llegar al Mediterráneo- y más rápida con la ciudad fenicia de Biblos (Gubla); el que era uno de los más prósperos puertos comerciales del Mediterráneo oriental, verdadera ventana al mundo antiguo, como se registrara en una Inscripción dejada ocasionalmente en Asuán por un antiguo viajero:

 

“(...) Habiendo partido con mis amos, los príncipes y jefes del tesoro, Teti y Khui, a Biblos y Punt, viajé por estos países once veces”.

 

 

KERKHOUF, PRÍNCIPE DE ASUÁN Y LA EXPLORACIÓN DE ÁFRICA. ÉPOCA DE PEPI II (CA. 2270 A.C., VI DINASTÍA)

 

 

Más adelante en el tiempo, los reyes de la VI Dinastía emprendieron un esfuerzo sistemático por colonizar Nubia, idea que tendría fundamental importancia en el desarrollo económico posterior de Egipto. En el primer nomo del Alto Egipto (“to – seti”) ubicado por encima de la primera catarata, vivían los nehesiu o nubios, quienes en no pocas oportunidades suministraron soldados al ejército egipcio así como mano de obra para la explotación de minas de diorita y amatista. Éstos minerales se obtenían del “país” de Ibahet, al norte de Abu Simbel. El faraón Pepi I, decidido impulsor de la colonización, envió como nomarca de Edfu al egipcio Merirenefer, comisionado para la simbólica “apertura de la puerta de Elefantina”, es decir para la exploración de la entrada a los desfiladeros del desierto del sur.

 

Su empresa tenía la intención fundamental de preparar la expansión egipcia hacia el Sudán. Merenra, sucesor de Pepi I, continuó con este mismo plan ocupándose ya en su primer año de gobierno de la exploración de las tierras nubias. Por este motivo despachó al nomarca de Elefantina, llamado Iri y a su hijo Herkhuf (o también “Hirkhuf” o “Harkhuf”)[iv], para explorar el “país” de Yam, establecer una ruta comercial directa y adelantar la colonización del lugar (con fines, obviamente, de dominio político y económico). Y pese a que el faraón Merenra reinó por solo unos pocos años, muriendo repentinamente, el nuevo faraón (su hermano menor) prosiguió con los planes de exploración esbozados por sus antecesores. Según la tradición, Pepi II quien habría vivido hasta la edad de 100 años y gobernado Egipto por 96 de ellos, era solo un niño cuando accedió al trono[v]. Por lo que está claro que más que ser el capricho de un faraón, la exploración de África interior obedecía a objetivos prefijados, de interés estratégico, que no fueron abandonados en el largo plazo.

 

Por esta razón los egipcios tenían un especial interés en mantener la paz en esta región, un propósito adicional para las expediciones de Herkhuf. Al encontrarse en la región el príncipe de Elefantina se jactaba de haber restablecido la paz perdida al conseguir que el príncipe del país de Yam desistiera de sus deseos de conquistar los oasis donde vivían los timihu, lugares bajo influencia egipcia.

 

El príncipe Herkhuf quien entre otras cosas era jefe de caravanas, haría muchas jornadas al África oriental, desde los tiempos de Merenra, abriendo siempre nuevos caminos tal como se registra en las inscripciones de su tumba en Asuán (véase en la nota 4 su “currículum”.) De hecho ya desde los tiempos de Pepi I la política nubia había sido confiada a los nomarcas de Elefantina. Y las exploraciones de Herkhuf cumplían un papel esencial, de control y de comercio hacia el sur de Egipto, con todo el sabor de la aventura, la audacia y la inteligencia de los más experimentados exploradores de todos los tiempos.

 

Al comenzar el relato de la primera expedición del príncipe junto a su padre Iri, según lo ordenada el faraón Merenra, se cuenta que:

 

 “... La Majestad de Merenra, mi Maestro, me ha enviado, juntamente con mi padre, el Único amigo y sacerdote-lector, Iri, hacia el país de Yam para abrir la entrada hacia aquella región. Yo hice esto en siete meses; y me he llevado toda suerte de tributos, bellos y raros, y fui alabado muy grandemente por eso”.

 

El viaje de ida y vuelta desde Elefantina a Yam, implicó un espacio de tiempo de siete meses, lo que nos suministra el primer referente en cuanto a velocidad, tiempo y desplazamiento. El resultado económico obtenido en esta campaña comercial pacífica fue el de un considerable botín (con “productos bellos y raros”) tributados por los pueblos locales. Y el resultado personal, la alabanza y el reconocimiento del faraón. La segunda expedición de Herkhuf, ahora sin su padre Iri, fue por una ruta diferente (“que abrió una nueva entrada a los países del sur”), tuvo un éxito aun mayor que la primera y demoró un mes más. Jactándose de haber abierto la entrada a varios “países”, relata que al retorno de su segundo viaje alcanzó el país de Yam por el oeste, siguiendo un itinerario que él consideraba desconocido previamente para los egipcios.:

 

 “... Su Majestad me envió una segunda vez, solo. Me puse en camino por la entrada de Elefantina, di la vuelta por el país de Irtje, Makher y Teres e Irtet, empleando ocho meses. Regresé llevando dones de aquella región en grandísima cantidad, como jamás se había llevado en aquel país. Al regresar atravesé el entorno del jefe de Zatu e Irtje. Yo había abierto la entrada a estos países. No hubo jamás ninguno de los amigos y de los superintendentes dragaminas que hubiera ido a Yam antes que yo, (que obtuviera tanto)”. [vi]

 

Y en su tercera expedición llegó hasta uno de los oasis líbicos -quizás Selimah- con los cuales el príncipe de Yam se encontraba en lucha. Pero este viaje no estuvo exento de problemas, provocados por el conflicto entre los “países” del área (sin dudas por la posesión del agua) y debido al intento de pillaje perpetrado por las tribus del desierto...

 

“... Su Majestad me envió una tercera vez. Partí del nomo de Tinis (Wehaat) por la ruta del oasis y encontré al jefe de Yam yendo a la tierra de Tjemeh, para golpear con violencia a Tjemeh, en la esquina occidental del cielo. Fui delante después de él a la tierra de Tjemeh y lo pacifiqué, hasta que hubo alabado a todos los dioses por causa del rey”.

 

Un dato interesante que pone de manifiesto esta fuente es el de la actividad de las tribus del desierto, las que debieron dificultar desde siempre las operaciones de exploración de los egipcios, su instalación en la zona costera y el desarrollo del comercio con Yam y otros sitios de África oriental. Luego de describir con orgullo el precioso cargamento obtenido Herkhuf da más detalles sobre lo sucedido:

 

“Descendí con 300 asnos cargados con incienso, ébano, ¿heknu?, grano, panteras, marfil y todo buen producto. Ahora cuando el jefe de Irtjet, Setju, y Wawaat vio lo fuerte y numerosa que era la tropa (egipcia) que descendía de Yam conmigo (rumbo) a la Residencia real y los soldados que se había enviado conmigo, (entonces) este (jefe) rápidamente hizo negociaciones conmigo y me trajo y me dio bueyes y cabras; después me condujo a los caminos de las regiones montañosas de Irtjet, en gracia a la vigilancia que yo había ejercido más que cualquier otro amigo o inspector de caravanas que se hubiera enviado a Yam con anterioridad. Ahora, cuando este humilde servidor descendía el río para volver a la Residencia, me fue enviado al Único amigo y superintendente de los dos baños, Khuni, con naves cargadas con vino de palma, dulces, pan y cerveza. El príncipe Harkhuf, el guardián del dios, el ejecutor de las órdenes (reales)” [vii]

 

Sin embargo, en la ruta de retorno, los jefes de las tribus de Irtet y de Setiu intentaron obstruirle el paso con el fin de adueñarse del cargamento. Pero, fuera por la realidad numérica o por el armamento egipcio (“cuando vieron la importancia de las tropas egipcias” parafraseando el documento), aquellas tribus se atemorizaron, y no teniendo más remedio que someterse, llevaron a Herkhuf ricos tributos buscando aplacar su ira. Fue un mal negocio para las tribus, según lo cuenta el relator (¿hemos de creerle?). Es posible que justo en esta época Merenra, en el quinto año de su reinado, haya viajado él mismo hacia Elefantina para recibir, como en una oportunidad anterior, los homenajes de las tribus nubias, y allí se haya encontrado con Herkhuf.[viii]

 

La cuarta exploración al país de Yam, y posiblemente más allá, tuvo lugar cuando Pepi II había subido al trono, ya que en el extremo derecho de la fachada de su tumba, Harkhuf hizo registrar una carta dirigida al joven rey en la que le hacía saber, notablemente, el hallazgo de un pigmeo bailarín, cosa que resultó sumamente atractiva al monarca:

 

“Sello real, año dos, mes tercero de la primera estación, día 15. Decreto real al Único Compañero, el Sacerdote del Ritual e Inspector de Caravanas, Herkhuf. He sido notificado del asunto de tu carta, la cual enviaste al rey, al palacio, por lo que pude saber que has descendido con seguridad a Yam junto con  el ejército. Dices en esta carta que has traído grandes y hermosos presentes, que Hathor, señora de Yam, ha dado al ka del rey del Alto y Bajo Egipto Nefer-ka-re (Pepi II), quien vive para siempre. Has dicho que tú traes un enano danzarín del dios de la tierra de los espíritus, como el enano que el Tesorero del dios Bawer-djed, trajo desde Punt en el tiempo de rey Isesi. Tú has dicho a mi majestad: "Nunca antes algo así se ha traído por cualquier otro que haya visitado Yam."

 

En la misma el explorador refiere al faraón que llevaba asnos cargados de terebinto (arbusto de corteza resinosa) producto indispensable para el culto religioso, así como marfil, ébano, bueyes y ganado menor[ix]. Y la carga poco común del bailarín pigmeo deng. El faraón respondió prontamente a su explorador dándole instrucciones detalladas para que regresara a la Corte con el pigmeo[x]. En el oficio, el rey de solo ocho años de edad escribiría con mucho entusiasmo, el pasaje citado. Esta correspondencia es sin duda reveladora en cuanto a varios aspectos económico-políticos de las misiones emprendidas por los egipcios. Es posible que la cuarta excursión fuera más al sur que las anteriores aproximándola a la zona donde moraban los pigmeos, aunque no necesariamente llegara a ella. Luego, sigue el relato, el rey ordena:

 

“¡Ven a la corte inmediatamente!. Trae a este enano contigo, vivo, próspero y saludable desde la tierra de los espíritus, para los bailes del dios, (para) regocijar y alegrar el corazón del rey del Alto y Bajo Egipto, Nefer-ka-re quien vive para siempre. Cuando baje contigo del barco, asigna a los mejores cuidadores, quienes estén a cada lado de él con vasijas; ¡toma precauciones para que no se caiga al agua! Cuando él duerma por la noche asigna personas confiables para que duerman a su lado en la tienda; ¡inspecciónalo diez veces por noche! ¡Mi majestad desea ver este enano más que todos los regalos de Sinaí y de Punt! ¡Si al llegar tú a la corte, este enano está contigo vivo, próspero y saludable, mi majestad hará por ti una cosa más grande que la que se hizo por el Tesorero del dios, Bawer-djed, en el tiempo del Rey Isesi, según el deseo del corazón de mi majestad de ver este enano! Se ha enviado órdenes a los jefes de los nuevos pueblos, para que la compañía y el profeta superior tomen su sustento de los almacenes de cada ciudad y cada templo, sin escatimar nada”.[xi]

 

Así hacia el fin del largo reinado de Pepi II, Egipto había consolidado su posición en Nubia, los viajes de Biblos a Punt se habían establecido regularmente, y el intercambio comercial de maderas, incienso, piedras semipreciosas y productos de lujo alcanzó un extraordinario desarrollo, que puso en contacto a Oriente y Europa con África. Es posible ver allí uno de los “polos” de la riqueza de Egipto.

 

 

HENENU EN EL PAÍS DE PUNT,

EN LOS TIEMPOS DE MENTUHOTEP III

(2010-1998, XI DINASTÍA)

 

 

Durante la XI Dinastía, otro notable explorador egipcio llamado Henenu, transportaba en barco, junto a cientos de hombres, materiales de construcción a través del mar Rojo. Más allá de los aspectos meramente comerciales los frecuentes viajes a Punt también son una indicación indirecta de la salud y el vigor del “Estado” egipcio. Las tierras que tenían que cruzar estaban desiertas y el aprovisionamiento de un ejército tan grande se hacía difícil. Por lo que era necesario abrir pozos (cuyas medidas suministra la fuente) en el camino para obtener el agua vital, que el país necesitaba:

 

“A cada hombre di sus raciones, una botella, dos jarros de agua, veinte barras de pan. Los asnos llevaron los frascos. Cuando uno de ellos se cansaba, otro lo sustituía. Excavé doce agujeros en el wadi, dos agujeros en Idahet, de veinte cúbitos de ancho y treinta de profundidad. De otro agujero en Idahet de diez cúbitos en cada dirección, brotó agua”.

 

Una vez que consiguieron llegar al barco navegaron hacia el sur a lo largo de la península arábiga. Tras lo cual dice Henenu con orgullo:

 

“Hice tal como el rey había mandado y le traje todo que había hallado en ambas costas de la Tierra de Dios”.

 

Valiéndose de los conocimientos reportados por las expediciones de Henunu el segundo hijo del faraón Mentuhotep II construyó fortalezas para consolidar las fronteras de Egipto y prevenir el avance de los pueblos asiáticos (inmigrantes ilegales diríamos hoy). Por lo que se lanzó decididamente a una fuerte campaña de edificaciones en Abidos, Armant, Elefantina y el oeste de Tebas; a la vez que comenzaba la edificación de su tumba en Deir Bahri (cerca de la tumba de su padre). En estas circunstancias Mentuhotep III decidió enviar una expedición a la ya entonces legendaria tierra de Punt, en el octavo año de su reinado. La fuerza constaba de 3,000 hombres (un contingente considerable para la época) que marcharon rumbo a su objetivo. Una inscripción en las canteras a Wadi Hammamat conserva un recuerdo de aquella lejana marcha de la expedición bajo las órdenes del mayordomo Henenu

 

“Los soldados que tenía conmigo vinieron del sur. Todos los oficiales reales, los hombres  de la ciudad y el pueblo, marchaban detrás de mí. Los exploradores se abrieron camino ante la repulsa de los enemigos del rey.  los oficiales me obedecieron”.

 

 

LA EXPEDICIÓN AL PAÍS DE PUNT EN TIEMPOS DE LA REINA HATSHEPSUT (1492 A.C., XVIII DINASTÍA, IMPERIO NUEVO)

 

El relato que se conserva en el relieve funerario de la reina Hatchepsut en Deir el-Bahari, representa el primer ejemplo conocido de un cierto perfil antropológico dado al “estudio” (observación) de una cultura extranjera a la egipcia con el registro de la flora y fauna regional, los tipos humanos y las viviendas de sus habitantes, realizado con bastante detalle. Sin dudas los egipcios de la XVIII Dinastía disponían de medios de transporte marino más desarrollados para desplazarse que los de épocas anteriores. El jefe de la doble expedición por tierra y mar fue el egipcio Nehesi. La flota de navíos estaba compuesta por los llamados kebenit, o barcos largos con un espolón en la proa y un adorno en forma de papiro en la popa, que podían navegar a vela o remo.  En el texto le dice Amón a la reina:

 


Cuadro de texto:                 "Exploraré las rutas hacia Punt, descubriré los caminos hacia las terrazas de mirra, tras guiar la tropa por agua y por tierra...". Y después en otra escena: "(...) Navegando por el mar[xii]. Tomando la ruta correcta hacia la Tierra del dios (...)"[xiii].

               Por lo que Hatshepsut está segura de haber encontrado la mejor ruta posible para viajar a Punt, sin necesidad de intermediarios:

 

 “El Horus ‘Poderosa de Ka’, las Dos señoras ‘Fresca en Años’, Horus de Oro ‘Divina de Apariciones’, Rey del Alto y Bajo Egipto Maat-Ka-Re, imagen de Amón, que quiere que ella permanezca sobre su trono. Él ha hacho florecer para ella la herencia de las Dos Tierras, el reino del Sur y del Norte. Él le ha dado lo que el sol envuelve, lo que encierra Geb y Nut. Ella no tiene enemigos entre los sureños; ella no tiene enemigos entre los norteños. El cielo y todos los países que creó el dios trabajan por entero para ella. Vienen a ella con el corazón lleno de temor, sus jefes con las cabezas inclinadas, con sus presentes sobre sus espaldas. Le presentan a ella sus hijos, para que se les llegue a dar el hálito de la vida, a causa del poder de su padre Amón, que ha puesto todas las tierras a sus pies. (...)”.

 

Y tras ello se pasa a narrar un viaje pacífico, de acuerdo con “el señor de los dioses, Amón”, que lleva como objetivo obtener “las maravillas de todos los países”, productos exóticos y caros. Es obvio que el amor por el lujo estaba presente en la cultura egipcia:

 

Navegando por el mar, comenzando el buen camino hacia la Tierra del Dios, navegando en paz hacia el país de Punt, por el ejército del señor de las Dos Tierras, de acuerdo con la orden del señor de los dioses, Amón, señor de los tronos de las Dos Tierras, que está al frente de Karnak, para traerle las maravillas de todos los países porque él ama grandemente al rey del Alto y Bajo Egipto.

 

               Al llegar las tropas acamparían "junto a la terraza de mirra de Punt, al lado del mar", una indicación que ha servido como referente para intentar ubicar a Punt, país que parece haber estado situado junto a lomas de montañas, muy cercanas al mar:
 

“(Llegada) del Emisario Real a la Tierra del Dios, junto con el ejército que le acompaña, anta los grandes del Punt, enviado con todos los buenos productos de la corte, v.p.s., para Hathor, Dama del Punt, a causa de la vida, prosperidad y salud de su majestad”.

 

               ¿Qué encontraron los navegantes de Hatshepsut en la tierra que visitaban? Hallaron un conjunto de chozas cónicas –no se indica cuantas- levantadas sobre pilotes entre las palmeras, según fueran registradas por los pintores egipcios de la reina, llevados en la expedición con la intención premeditada de perpetuar el momento para las generaciones futuras. Inmediatamente, vinieron al encuentro de los visitantes los grandes personajes del país de Punt, por supuesto su reina –la que fue representada con ciertas deformidades físicas, probablemente elefantiasis-, su hija y un grupo de hombres destacados, con quienes intercambiaron gestos de saludo y regalos, los mejores productos de cada país. El documento refiere que la pacífica y exitosa expedición –no podía ser de otro modo- volvió a Egipto con “barcos pesadamente cargados”, con oro, mirra, ébano, marfil, maderas, incienso, pintura de ojos, monos, perros, pieles y siervos: 
 

“Llegada de los Grandes del Punt, inclinándose con la cabeza gacha, para recibir a este ejército del rey. Entonan alabanzas al señor de los dioses Amón-Re (...) Ellos dicen, solicitando la paz: ‘¿Por qué habéis llegado hasta aquí, hasta este país que la gente desconoce?, ¿habéis venido por los caminos del cielo?, ¿habéis navegado sobre las aguas, por la tierra y el mar de la Tierra del dios? ¿Habéis marchado (por el camino) de Re? (Con respecto) al rey de Egipto, no hay ruta hacia su majestad, para que nosotros (podamos) vivir por el aire que da? (...) Cargando los barcos pesadamente con las maravillas del País de Punt: todas las buenas maderas aromáticas de mirra, ébano, marfil puro, oro verde de Amu, madera de cinamomo, madera-hesyt, incienso ihemut, incienso, pintura de ojos, monos, babuinos, perros, pieles de pantera del sur, y siervos y sus hijos. Jamás se trajo nada igual a esto para ningún (otro) rey desde el principio del tiempo".

 

Cuadro de texto:

 

Es particularmente interesante el registro “cuidadoso” de todo lo que fue embarcado (el incienso medido en litros, las variadas clases de perfumes, las pieles animales y los siervos adquiridos junto con sus hijos), con rumbo a la ciudad de Tebas, incluyéndose árboles con tierra originaria cuidadosamente transplantados; lo que revela cierto conocimiento de jardinería.

 

“Navegando, llegando en paz, viajando hasta Tebas con el corazón alegre, por el ejército del señor de las Dos Tierras, estando los Grandes de este país tras ellos. Ellos han traído aquello cuyo igual no fue traído para ningún otro rey, a saber, las maravillas de Punt, a causa del poder de este augusto dios, Amón-Re, señor de los Tronos de las Dos Tierras”[xiv].

 

Pero si este relato resulta llamativo, no lo es solamente por lo que revela de aquella expedición sino también por lo que evita decir. A lo largo de su reinado Hatshepsut dedicó un gran esfuerzo tanto a las actividades edilicias como a las comerciales, por lo que la expedición a Punt se enmarcaba en su proyecto económico y en el mantenimiento de su poder político, basado en Amón su “padre” divino. De hecho la expedición fue ordenada a través de “un oráculo del mismo dios” según el cual: “debían abrirse las rutas hacia el Punt, debían ser atravesados los caminos hacia las terrazas de la Mirra: conduciré el ejército por tierra y por mar para traer las maravillas de la Tierra del dios, con todo lo que había ordenado la majestad de este dios, según el deseo de su majestad, para que se le dé vida, estabilidad y dominio como Re, eternamente (...)[xv]

 

Por lo que la expedición aparece justificada en el relato como un acto de la misma voluntad divina, lo que a priori implicaba un buen negocio para los mercaderes y para el Estado egipcio. Pero, ¿por qué realizarlo y conmemorarlo (en Deir el-Bahari) con tanta pompa, ya que no era el primer viaje a Punt, “país” que ya era conocido desde los tiempos lejanos del Reino Antiguo? Seguramente no fue la primicia de la excursión comercial, sino su significado en el contexto de la legitimación de una reina faraón, porque de hecho eso era Deir el-Bahari, un documento de legitimación política.  

 

Por esto quizás, la fuente que nos “describe” toda la expedición, los preparativos, la partida de los expedicionarios, su llegada, la admiración de los aborígenes, las negociaciones, los artículos obtenidos y el triunfante regreso -¿no parece demasiado idílico?- evita sin embargo decirnos claramente qué artículos dieron a cambio de los productos obtenidos, en qué cantidad y cuáles fueron las condiciones generales de una negociación que aparenta haberse sostenido en términos de relativa igualdad.

 

 

 

DE TUTMOSIS III A NECÓ: DEL GOLFO PÉRSICO A LA CIRCUNNAVEGACIÓN DE ÁFRICA

(XXVI DINASTÍA)

 

No menos importantes con relación a Punt, son los informes producidos en tiempos de Tutmosis III y Ramsés III, en los que se hace referencia a flotas de grandes navíos denominados menesh (a los que dedicaremos una especial atención en el segundo artículo.) Dichos barcos habrían sido construidos, según el “cronista” egipcio, por carpinteros y artesanos mesopotámicos, y botados al mar desde el Éufrates hacia el Muqed, o “mar del Éufrates” (es decir, el actual golfo Pérsico). Posteriormente, esta expedición habría contorneado la península arábiga, arribando al país de Punt, desde dónde transportaron a Egipto por la vía del mar Rojo –hasta Pi-Ramsés en el norte, próximo al Delta- llevando diversas mercaderías de uso corriente.

 

Pero sin duda, la más famosa referencia a una exploración de África que se hiciera en el mundo antiguo, es la que relatara el historiador griego Heródoto sobre la circunnavegación fenicia con escalas, “financiada” por el faraón Necó. Dicha circulación en torno a Libia (nombre con el que los griegos llamaban al África) era toda una hazaña de exploración y descubrimiento[xvi]. Heródoto (quien vivió entre 485 y 425 a.C.)  atribuye el descubrimiento de que África estaba rodeada por el mar a la iniciativa de Necó. En su Historia -libro 4, 42- cuenta como se gestó la empresa:

 

“La Libia se presenta a los ojos en verdad como rodeada de mar, menos por aquel trecho por donde linda con el Asia. Este descubrimiento se debe a Neco, rey de Egipto, que fue el primero, a lo que yo sepa, en mandar hacer la averiguación, pues habiendo alzado mano de aquel canal que empezó a abrirse desde el Nilo hasta el seno arábigo, despachó en unas naves a ciertos Fenicios, dándoles orden que volviesen por las columnas de Hércules al mar Boreal o Mediterráneo hasta llegar al Egipto. Saliendo, pues, los Fenicios del mar Eritreo, iban navegando por el mar del Noto: durante el tiempo de su navegación, así que venía el otoño salían a tierra en cualquier costa de Libia que les cogiese, y allí hacían sus sementeras y esperaban hasta la siega. Recogida su cosecha, navegaban otra vez; de suerte que, pasados así dos años, al tercero, doblando por las columnas de Hércules, llegaron al Egipto, y referían lo que a mí no se me hará creíble, aunque acaso lo sea para alguno.” [xvii]  

 

De acuerdo con la noticia aportada por Heródoto, el primer viaje que consiguió rodear toda el África fue realizado casi dos mil años antes de que los portugueses doblasen el cabo de Buena Esperanza. Si bien no disponemos de documentación de primera mano que avale la historicidad de esta hazaña, la ausencia de datos no implica que no haya ocurrido; solo es ausencia de datos. Y es significativo en este caso el apunte sobre la posición del sol a la derecha cuando éste era contemplado desde el hemisferio austral[xviii].

Ahora bien, ¿cuál era la motivación que impulsó a aquel faraón saíta a organizar una expedición no menos arriesgada, como empresa, que la búsqueda de una ruta a la tierra de la especiería en la Época Moderna? Pudo haber varias razones. Al mismo tiempo que hacía explorar las costas de África, Necó había reanudado, con un proyecto de mayor amplitud, la reparación del antiguo canal de Tumilat. Por lo que una posible razón era la expansión de las vías comerciales y los contactos con otros pueblos, es decir la construcción de un circuito económico basado en la navegación marítima. Otra, que no excluye la anterior, podría tener que ver, en el terreno de lo económico, con la exploración de nuevas riquezas a explotar en beneficio de Egipto, más bien que solo para establecer vínculos comerciales. Por supuesto esto no puede saberse con seguridad, por lo que todo lo que pueda decirse es especulación.

 

 

Navegación y rutas en el Egipto del período persa. Las empresas de Darío.

 

 

Bajo el dominio persa Egipto vivió una época de expansión económica, tal vez la más rápida que dicho país haya conocido en mucho tiempo. Y justamente, su prosperidad se basaba en la producción interna, que alimentaba a la exportación, y el mar, que mantenía al país en contacto con el extranjero. En este sentido el gobierno de Darío en Egipto parece haber continuado con fidelidad las iniciativas de Necó, que respondían a la política de los faraones saítas.

 
           Darío envió a Escilax de las bocas del Indo al mar Rojo para establecer (o restablecer) relaciones directas entre la India y Egipto, ya que la ruta entre estos dos “países” parece haber existido desde hacía muchos siglos. La ruta entre el Indo y el mar Rojo llegaría a convertirse en una de las vías esenciales del Imperio persa. Sin duda la visión de futuro de Darío, al hacer reconstruir el canal de Necó, fue notable. En el cuarto año de su reinado (518) viajó a Egipto para encontrarse con la expedición de 24 navíos confiada a Escilax, en la inauguración del canal, con una grandiosa ceremonia. La hazaña fue conmemorada con tres grandes estelas de granito rosa con inscripciones en egipcio, arameo, persa antiguo, elamita y acadio, erigidas como marca del canal, en Tell el-Maskhutah, el-Kabrit y Suez. Con esta obra realizada por el rey persa culminaba, lo comprendiera o no, un largo proceso histórico de exploración del continente africano:

 

"(...) del Alto y el Bajo Egipto, el Gran Rey, el rey de reyes, Darío (...) el hijo de Neith, la imagen de Ra (...) de quien todo lo que Su Majestad pronuncia existe inmediatamente como todo lo que brota de la boca de Ra".

 

Las mercancías de Oriente llegaban en ese momento desde el Oxus y el mar Caspio, desde Mesopotamia, Siria, Fenicia y Asia Menor, Saba, la India, el sur de Europa y el corazón de África. Egipto fue desde entonces y hasta el fin de la Antigüedad, el mayor centro del comercio internacional[xix].

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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CERVELLO Y AUTUORI, J. “Egipto y África: orígenes de la civilización y la monarquía faraónicas en su contexto africano”. Barcelona. Ausa. 1996.

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PADRÓ, J.  Historia del Egipto faraónico. Madrid. Alianza. 1997.

PIRENNE, J. “Historia de la civilización del Antiguo Egipto”. Barcelona. Océano. 2002.

PLÁCIDO, D. “Fuentes y bibliografìa para el estudio de la Historia Antigua”. Madrid. Alianza. 1983.

SCHRADER, C. "El mundo conocido y las tentativas de exploración: los orígenes de la geografía descriptiva en Grecia", en F. J. Gómez Espelosin y J. Gómez-Pantoja (eds.), “Pautas para una seducción. Ideas y materiales para una nueva asignatura: Cultura Clásica”, Madrid. Ediciones Clásicas.

SERRANO DELGADO, J. “Textos para la historia antigua de Egipto”. Madrid. Cátedra. 1993.

 

 

FUENTES

 

HERÓDOTO. “Historias”. Madrid. Elaleph. 2000.

... LIBRO DE LOS MUERTOS. Madrid. Akal. 1994.

POLIBIO de Megara. “La Historia Universal en Tiempos de la República Romana”. Madrid. Elaleph. 1999.

MANETON. Historia de Egipto. Madrid. Alianza. 1993.

 

Textos egipcios en:

 

LARA PEINADO, F. “Textos para la Historia Antigua de Egipto”, Madrid. Cátedra. 1993.

SERRANO DELGADO, José. “Textos para la historia antigua de Egipto”. Madrid. Cátedra. 1993.

 

 

Notas:

 

[i] Lacroix, W.F.G. “Africa in Antiquity. A linguistic and toponymic analysis of Ptolemy's map of Africa”. Apéndice III.

[ii] Polibio de Megara. “La Historia Universal en Tiempos de la República Romana”.

[iii] La flora y fauna que se atribuyen a Punt parecen más propias de Eritrea que de Somalía. En cuanto a la ruta para llegar a ese lugar de África, actualmente se piensa que Irem fue la más utilizada antes de la dinastía XVIII, por lo que se desprende del texto del Templo de Hatshepsut. Las referencias a Irem están atestiguadas desde Hatchepsut.

[iv] Herkhuf nos suministra su carta de presentación al comienzo de su relato de viajes, a la derecha de la entrada de la tumba: “El Contador, Único Compañero, Sacerdote Lector, Servidor de la cámara (real), Juez de Nekhen, Señor de Nekheb, Tesorero del rey del Bajo Egipto, Inspector de caravanas, Único Amigo, sacerdote lector, jefe de intérpretes, Canciller de todos los asuntos del sur del Alto Egipto, en la corte de su Señor real, Herkhuf tesorero del Bajo Egipto (...) quien trajo productos de todos los países extranjeros para su señor real y que aportó presentes para el adorno del rey, el intendente de los países del sur del Alto Egipto, que esparce el temor de Horus en las tierras extranjeras, el que consigue la alabanza de su Señor, (...) el venerador de Ptah-Sokar, Herkhuf. Él dijo: (...)”.

[vi] El llamado país de Yam, al sur de la décima catarata estaba  situado en las proximidades de Asuán. La ruta de Elefantina es la ruta del desierto.

Aldred, Cyril. “The Egyptians”. London. Thames and Hudson. 1987, pp. 87-90.

[ix] Montet, Pierre. “Egipto eterno”. Madrid. Guadarrama. 1966, pp. 14 9-150.

[xi]Lalouette, Claire. “Textes sacrés et texts profanes de l’ancienne Égypte”. París. Gallimard. 1984.

[xii] En egipcio: “wAD-wr”, el “Gran Verde - mar".

xiii] Es decir, el “buen y perfecto camino”.

[xiv] La expedición de Hatshepsut desembarca en Karnak a su vuelta, por lo que el Nilo fue utilizado seguramente en dirección norte, y luego al sur por el Mar Rojo.

[xv] Lara Peinado, Federico. “Textos para la Historia Antigua de Egipto”, Madrid. Cátedra. 1993.

[xvi] Heródoto. “Historias”. Madrid. Elaleph. 2000, Lib. IV, 42.

[xvii] Heródoto, “Historia”, Madrid. Gredos, Madrid, 1979. IV 42, 2 - 43, 1.

[xviii] Schrader, C. "El mundo conocido y las tentativas de exploración: los orígenes de la geografía descriptiva en Grecia".

[xix] Pirenne, Jaques. “Historia de la civilización del Antiguo Egipto”. Barcelona. Océano. 2002.

 

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