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Relatos Egipcios

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                                             10º        Aplausos.

 

  Fue mucho lo que trabajó el príncipe para preparar el rito de la lluvia. Aprendió con rapidez el texto original en Quintopiniano para asombro de Alhejhop.

 

 Casi con la misma rapidez comenzó a aprenderse de memoria el mismo texto, pero comenzando por  el final.

 

 El mago se iba acostumbrando como podía a las prisas de Pephat. Muchas veces se quedaba sin su bocado de media mañana y el vasito de vino del delta, que tanto le gustaba.

 Enseguida se dio cuenta de que el Príncipe no era el tonto consentido que muchos pensaban. Le enseño todo lo que sabía sobre ese y otros rituales desconocidos en Egipto.

 

 Merecía la pena educar a un Príncipe tan deseoso de saber.

 

 Cuando los dos se sintieron preparados para la demostración, Pephat tomó la decisión de anunciarlo en el consejo de ministros del día siguiente.

 

- Sin embargo, Alhejhop, tengo miedo que algo salga mal. ¿Y si no llueve sobre el palacio?. Será mejor que probemos primero si funciona.

 

- Me temo Príncipe que con esas pruebas podríamos quitarle eficacia a la verdadera demostración. Es un riesgo que debemos  correr. Lo mejor es que lo intentemos una sola vez, pase lo que pase. – Y añadió. 

 

- Ya estamos acostumbrados a las reprimendas del Rey, por una más o una menos no vamos a quedarnos calvos.  

 

Pephat se tomó las palabras del mago sabio con mucho humor y dijo:

 

-Mañana lo anunciaré, pase lo que pase.

 

 La entrevista entre la Princesa Pepitamón y el cortesano Petathys fue larga y difícil, mucho más de lo que Pepita esperaba. Pero claro, ganó ella. Mientras el cortesano suspiraba admirado por la habilidad de la princesa.

 

 Con su encanto, su sonrisa, su cara de niña buena y sobre todo la promesa que hizo al cortesano consiguió el cambio de guardia que tanto deseaba para el día de la fiesta de la crecida.

 

 A Petathys le hizo la promesa de hablar con su madre, La Reina, para que Wesir pudiera ingresar dentro dos años en la Casa De La Vida, como estudiante de Astronomía.

 

 Cuando Wesir se enterara de la noticia se iba a alegrar muchísimo porque desde muy pequeño salía a la azotea a ver las estrellas y los planetas con su padre.  

 

  Cuando terminó, Pepitamón volvió a soplarse el flequillo y exclamó:

 

¡ Cuanto trabajo he tenido hoy, puff !.

 

 Al principio de escuchar las propuestas del Príncipe ante el consejo de ministros con el Rey y el Gran Visir presentes, la reacción fue de incredulidad.

Por más que los altos magos del reino intentaron el prodigio de la lluvia, esta jamás llegó con sus conjuros. Sin embargo, quizás por estar el Rey presente ninguno de ellos se rió de la propuesta de Pephat.

 

 Para acabar cuanto antes con aquel tema imprevisto, el Rey prometió a su hijo que el experimento se celebraría cuando llegaran las primeras noticias de los nilómetros. (Vaya casualidad, el mismo día de la boda.)

 

 Pephat se retiró satisfecho por la oportunidad que le daba el Rey de demostrar su magia ante la corte. También sentía algo de miedo por si el experimento no funcionaba.

 

- Reprimenda más, reprimenda menos, nos vamos acostumbrando a ellas. El caso es intentarlo. – Pensó para si el Príncipe.

 

 Un mensajero a caballo llegó corriendo con la noticia de que por fin la crecida había comenzado en la ciudad de Asuan, muy al sur. Era el último de los mensajeros que se fueron relevando para llegar cuanto antes a la llamada “ Balanza De Las Dos Tierras”, la ciudad de Menfis.

 

 Entregó el rollo de papiro al oficial de guardia para que se lo llevara al Faraón.

 

 Cuando Pephosis leyó la noticia se alegró mucho, ya que este año la crecida iba a ser generosa. Según las mediciones de los nilómetros que eran unos pozos con escaleras, el nivel del agua había aumentado tres codos y medio en dos días. (170 centímetros aproximadamente) 

 

- ¡Excelente! – Exclamó. – Que la noticia de la magnificencia de Jamón-Ra se difunda por todo el reino.

 

- Por fin podéis casaros Yayut. – Dijo Pepita cuando también se enteró de la noticia.

 

  - Por fin. Nos casaremos al anochecer. ¿Querrás ser nuestra testigo en la boda?. Se necesitan cuatro personas para que la boda sea completamente legal.

 

  - Estaré  allí contigo, quiero verlo. – Dijo pepita.

 

- ¿Puedo realizar hoy el ritual de la lluvia padre?. – Preguntó Pephat al Rey.

 

- Te di mi palabra y la cumpliré. Se hará al atardecer cuando terminen los cultos a Jamón-Ra. No deseo que se mezclen las magias extranjeras con las nuestras. Ante todo, preservemos la tradición nacional.

 

Pephat se fue a realizar los últimos ensayos del ritual.

 

   Y llegó el gran momento. Los notables de la corte acudieron curiosos a presenciar el experimento del joven Príncipe.

 

 Pephat, algo nervioso por lo que iba a hacer se fue primero hacia el mago y le entregó el papiro donde tenía anotadas las fórmulas del ritual.

 

- “Este muchacho está loco, pretende hacerlo de memoria”. – Pensaron algunos. 

 

 Sin embargo al Rey, que conocía bien a su hijo, nada le extrañó aquello. Levantó una mano para indicar que comenzara. Todos guardaron silencio. El príncipe se situó en el centro del patio.

 

- MMMerrrrrrrreeeeinnng, ambamsurriaski, leñe, leñe, leakatop laqua docm.

 

La verdad es que la letanía de Pephat sonaba a rayos lejanos o algo parecido.

Si no fuera porque era el Príncipe, todos acabarían tirados por los suelos con la risa.

 

 En pocos minutos había terminado. Los cortesanos miraron  al cielo en busca de nubes. La única oscuridad que vieron fue  la del anochecer. Ni una gota de agua les cayó encima.

 

 Pephat se asustó. Dirigió la vista al mago, que le hacía señas para indicarle algo que él no entendía. Era como si dejara atrás alguna palabra importante, pero ¿Cual?. El mago se señaló a si mismo, haciendo gestos muy llamativos con  las manos, hasta que Pephat comprendió.

¿Cómo se le había escapado un detalle tan tonto y a la vez tan importante?.

 Se dirigió a los presentes y les dijo:

 

- Esperad, todavía no he terminado con el ritual.

 

 Levantó mucho las manos y sencillamente pronunció:

 

                            ALHEJHOP

 

 

  Ahora si llegó el primer  rumor de truenos lejanos. En muy poco tiempo las nubes comenzaron a amontonarse. Los cortesanos corrieron asustados.

 

 Solo el Faraón el Príncipe y el mago se quedaron a contemplar aquella maravilla natural, incluso abriendo sus bocas para recoger aquel regalo de los dioses.

 

Daba igual en aquel momento si eran dioses extranjeros o egipcios. Lo  importante era que el prestigio del Príncipe Pephat quedaba muy alto ante  todos. El Rey fue el primero en felicitarlo.

 

 - “Me siento muy orgulloso de ti hijo”.

 

 También lo felicitó Alhejhop.

 

- “Puede ser que como jinete  o guerrero no seas el mejor, pero como hombre de letras eres fantástico”.

 

 Esas dos felicitaciones fueron el mayor premio que Pephat recibiera en su vida.

 

 Llovió por lo menos durante  toda la noche. Pero fue al día siguiente cuando de verdad Pephat recibió un fuerte APLAUSO ante el pleno de la corte. Durante años vendrían los gobernadores de las provincias  secas a pedirle al Príncipe que realizara el experimento sobre los desiertos para obtener algunos cultivos de ellos.

 

                                        11º    Reunión familiar

 

 Una semana después, Pepitamón fue a visitar a la Reina a sus habitaciones poco antes del anochecer. No la encontró allí. Pero encontró a Pitinipé, una de sus sirvientas.

 

- La Reina se encuentra en el templo de Isis, celebrando los ritos del atardecer. No tardará en llegar. Si lo deseas puedes esperarla aquí. Mientras bajaré a las cocinas a encargar  la cena de sus majestades. – Dijo Pitinipé.

 

 Pepita se entretuvo contemplando los vestidos de su madre, las joyas, los tocados y todos los artículos de belleza. Se contempló en el espejo de bronce pulido.

 

- No me gusta el vestido que llevo puesto. – Se dijo.

 

 Eligió la túnica de las audiencias, la que su madre utilizaba para  recibir a las personas importantes en el salón del trono. Le quedaba  muy larga, la recogió por la cintura y la rodeó con un collar de perlas a modo de cinturón.

 

 También se calzó las sandalias doradas, le  quedaban enormes. Se dio una vuelta con mucho cuidado de no soltar las sandalias de los pies para contemplarse de nuevo en el espejo. – Falta algo. – Volvió a pensar.

 

  Fue colocándose en la cabeza los  tocados uno por uno. Al final eligió el tocado  del buitre, algo así como una diadema llena de joyas con cola de buitre y una serpiente cobra amenazante que solo las reinas egipcias podían llevar.

 

 El tocado era para una cabeza de mayor tamaño que la suya, le quedaba demasiado grande, casi le cubría los ojos, pero se las arregló para que no cayera al suelo. Se conformó con que la nariz pudiera verse.

 

 Finalmente se maquilló los pómulos de blanco, los ojos de verde y los labios de rojo y vertió de bastantes perfumes por encima. Se vio otra vez en el espejo y se volvió a decir a si misma:

 

- Así estaré estupendamente.

 

 Si nosotros la viésemos hoy en día pensaríamos que quería celebrar el carnaval. Todo le quedaba muy grande, estaba sucia de potingues, mal maquillada y la mezcla de perfumes olía a rayos.

 

 La reina entró en el vestuario y se encontró a su hija vestida, maquillada y perfumada de aquella forma tan extravagante.  Los frascos estaban destapados y el vestido de Pepita tirado por el suelo.

 

- Pero. ¿Qué es esto Pepitamón?.

 

- ¿Te gusta?. ¿Verdad que estoy muy guapa?.

 

-  Jajajajaja. – Se rió la Reina. – a ver, date una vuelta. Jajajajaja. – Volvió a reírse. – Que graciosa estás. Anda, ven a darme un beso.

- Huyy. Como te has puesto de maquillaje y que peste a mezcla  de perfumes. Haremos una cosa, nos daremos un baño las dos. A mi también me hace falta.

 

- Pero si ya me bañé hace dos diiiiiiaas. – Protestó Pepita.

 

- Me da igual. Te meterás en la bañera te guste o no, pequeña. – Lo dijo su madre y bastó.

 

 Momentos después Pepita daba palmadas en el agua toda emocionada para tirarle chorritos a su madre.

  Le habló de Wesir.  Le contó que su amigo deseaba ingresar en la Casa de la Vida para estudiar astronomía cuando cumpliera los diez años. Su madre prometió ayudarle.

 

 Prometió ayudarle a cambio, claro, de que se comportara mejor en la escuela. Hacía poco que la profesora de arte, Divofis viniera a dar quejas a la reina del comportamiento de su hija y de Wesir.

 

 A los dos se les había ocurrido iniciar una batalla en plena clase de pintura. Wesir pidió a Pepita que mirara hacia la cima de  una palmera con la mentira de que allí había un mono babuino, entonces le pintó la barbilla de azul.

 

 Cuando la princesa se dio cuenta de la gamberrada no fue a quejarse a Divofis, no. Actuó por su cuenta. Metió la mano en la pintura amarilla y embadurnó la cara de Wesir. Toda la clase se echó a reír y al rato comenzó una gran batalla de pinturas.

Las gemelas fueron las siguientes en divertirse ensuciando a los demás . Al final la cosa acabó como acabó. Todos hechos un arco iris, el material estropeado y Divofis destrozada de los nervios.

 

- Ya sabes. – Dijo la reina. Os comportáis mejor Wesir y tu o no habrá astronomía para Wesir.

 

- ¿Cómo están mis dos señoras preferidas?. – Dijo el Rey cuando llegó a saludarlas. -  ¿Me hacéis un sitio?.

 

-  Cuando Pephosis IV El Grande se metió en la bañera casi se sale toda el agua por fuera. Tocó las palmas para que vinieran a limpiar aquello y trajeran agua caliente.

 

- ¿Hablabais de algo importante?. - Preguntó Pephosis.

 

- Nada serio, esposo mío. Jugábamos. – Por algún motivo la Reina no quiso contar al Rey las últimas travesuras de su hija. Le daría esa oportunidad de ganarse los estudios de Wesir.

 

- ¿Sabes hija?. – Preguntó el Rey. - La semana que viene será la crecida. Tengo que informarte que cuando llegue al máximo nivel saldrá una expedición marítima hacia el país del Quito-Pin.

 

- Es el país de Alhejhop. – Dijo la niña.

 

- Si, es el país de Alhejhop. Y él también viajará. Estarán un año fuera, porque tendrán que aprovechar la crecida siguiente para regresar. – Dijo el Rey.

 

- Oh, no. Un año. Si se va el mago, ¿quien va a enseñarme a hablar el Quintopiniano?. – Protestó Pepita.

 

- Tu hermano podrá ayudarte a aprender ese idioma. Ha hecho grandes progresos al lado de Alhejhop.

 

 La princesa estiró los morros, como era ya costumbre cuando algo no le gustaba.

 

- ¿Hablabais de mi?. – Preguntó Pephat cuando entró a buscarlos, después de esperarlos largo rato en el comedor para cenar.

 

- Todavía queda un sitio en la bañera. ¿Te apetece bañarte con nosotros?. – Le dijo su madre.

 

 El Príncipe no se lo pensó dos veces. Al cabo de un rato estaban los cuatro jugando allí dentro.

 

 El Rey encargó  al Príncipe que enseñara a su hermana el idioma de las lejanas tierras del mago. También puso mala cara por eso.

 

- ¿Os atrevéis a discutir las órdenes de un Faraón, que además es vuestro padre?. – Dijo la Reina. Y siguió con el discurso materno:

- Pronto os tocará asumir responsabilidades muy importantes. Tendréis que llevaros bien si no queréis que la paz de Egipto se vea amenazada. No es ninguna broma lo que os digo.

 

 Los dos prometieron hacer lo posible por llevarse bien. La forma en que se haría esa pacificación entre hermanos estaba todavía por discutir, pero era mejor eso que nada.

 

 El Rey dio por terminada la reunión del baño familiar para ir a cenar. Pephat y Pepitamón pidieron quedarse aun un rato jugando en el agua. – Pero solo un rato mientras nos vestimos vuestro padre y yo. – Les dijo la madre.

 

 Los niños iniciaron otra batalla de agua, entre risas. Las salpicaduras  llegaron hasta el vestuario, donde se preparaban sus padres.

 

- Pídeles ya que dejen de jugar Pephosis, van a inundarlo todo. A ti te hacen caso. – Dijo Banketatón  algo enojada. -

 

- Déjalos mujer, prefiero que todas las batallas en  las que se enfrenten sean tan duras como esta. ¿Verdad que es hermoso?.

 

- Será hermoso y todo lo que quieras, pero van a poner todo esto hecho un asco. – Respondió Banketatón.

 

-Está bien esposa, tu ganas. – Dijo Pephosis mientras daba dos palmadas fuertes. – Y añadió en alto.

 

- A CENAR.

 

 

                                   12º          La Gran Solución

  

 Las aguas del Nilo comenzaron a llegar cargadas de lodo rojizo, anunciando la inundación en la capital de Egipto. Ya estaban los canales limpios, los estanques preparados y retiradas de los campos las últimas cosechas de la primavera.

 

 Las labores del campo se terminaron hasta que volvieran a bajar las aguas. Era momento para las vacaciones de algunos y el trabajo en los monumentos faraónicos para otros.

 

Desde el palacio se anunció la fiesta para el noveno día a partir de la llegada de los primeros lodos.

 

 Durante esos nueve días, los príncipes aprovecharon al máximo para aprender las enseñanzas del mago. No hubo tiempo para peleas entre hermanos. Ya lo harían cuando Alhejhop se fuera de viaje.

 

 El cortesano Petathys firmó el cambio de guardia para el día de la fiesta grande. Le  comunicó a Sunny que iba a montar la guardia siguiente a la del amanecer. Sunny se lo contó a Yayut. Yayut se lo  dijo a la Princesa y la Princesa fue corriendo a contárselo a Alhejhop. Todo en menos de media hora.

 

 El mismo día de la fiesta, Sunny fue a relevar al soldado que estaba montando guardia delante de la pirámide invertida. Cuando comprobó que no había nadie alrededor hizo una seña  con la mano para avisar a la Princesa y al mago que podían acercarse.

 

- Ten mucho cuidado Princesa. El Petote de Ra-Atón es un objeto  peligroso. Lo mismo digo a Alhejhop.  Os deseo suerte a los dos. – Les dijo Sunny preocupado.

 

 Pepitamón cruzó la verja que encerraba a la pirámide, después se descalzó para estar en contacto directo con el suelo. No se dio prisa. Llamó  por el mago hasta su lado y le dijo:

 

 Primero iré yo. Tengo que descalzarme o de lo contrario la energía de Petote no pasará por mi cuerpo.

 

- ¿Cómo sabes todo eso?. – Le preguntó el mago muy intrigado.

 

- Porque ya la he tocado otras veces, al lado de mi padre.

 

 Alhejhop no hizo más preguntas.  

 

 La princesa se fue hacia el Petote. Tuvo que encogerse mucho para llegar hasta el, justo debajo de la punta hacia abajo de la pirámide.

 Cuando agarró la piedra fuerte con las dos manos los pelos se le pusieron de punta y unas hojas que llegaron arrastradas por la brisa se le quedaron pegadas al cuerpo.

 

 (Simplemente se trataba de un fenómeno de electricidad estática, como cuando se nos quedan pegados los papelitos al frotar un plástico.)

 

 Los dos hombres que estaban junto a ella se asustaron mucho al  ver así a la niña. Ella los tranquilizó diciendo sin soltar la Piedra de Nubia:

 

- No os preocupéis, estoy bien, muy bien. – Después soltó el Petote y las hojas que tenía pegadas al cuerpo se cayeron, el pelo volvió a su sitio y Pepitamón salió sonriente de allí. Los hombres suspiraron aliviados. – Ahora te toca a ti, Gran mago Jawim. – Dijo ella.

 

- Me has llamado por mi verdadero nombre. También  me has llamado Gran Mago. Oh Princesa. Te estoy muy agradecido. Tengo miedo de  tocar esa Piedra, pero lo haré porque confío en ti.

 

 El mago se fue directamente hacia el Petote mascullando entre dientes la antigua invocación de Ra-Atón. Cuando tocó el Petote Alhejhop comenzó a temblar, después a echar humo por las orejas, con lo pelos de punta tan duros como púas. Poco a poco se fue quedando negro.

 

 

- ¡Suéltalo Jawim, suéltalo ya!.  – Le gritó Pepita. Pero Jawim, ahora que había conseguido acercarse a la Piedra resistió un poco más, para estar bien seguro que el maleficio de Chistptumpum se rompiera de una vez por todas.

 Finalmente el mago soltó la piedra y se cayó al suelo mientras despedía humo. Los pelos estaban de punta, tan duros como antes. Sunny y Pepita fueron a rescatarlo. Cuando recuperó el conocimiento probó a realizar un experimento para comprobar si el maleficio se rompiera.

 

- Princesa, necesito que me des un beso en la mejilla. – Dijo Alhejhop.

 

 Pepita dio un beso muy grande en la mejilla del mago que empezó a enrojecer, primero por las mejillas y después por el resto del cuerpo, tapando el color negro del chamuscado.

 

- ¿De que color se me ha puesto el pelo?. – Preguntó el mago.

 

- Sigue tan negro como antes del beso. ¡ Estás curado de tu maleficio!. – Le dijo Pepita muy contenta.

 

 Después se dieron un abrazo que dejó a la princesa toda manchada de negro. Se fueron juntos para el palacio. Todavía tenían que arreglarse para asistir a la fiesta.

 

- Gracias Princesa, estoy en deuda contigo. Me has dado la oportunidad de ser como los demás. Ahora nadie podrá adivinar mis pensamientos íntimos.  Cuando llegue a mi país te compraré un buen regalo.

 

- Esto va por el tinte mágico que arrojé al canal. Ahora estamos satisfechos los dos. – Le contestó la princesa, feliz por ver a su amigo feliz. Así es la amistad a veces.

 

 Cerca de allí, escondidos en una pequeña Capilla, sus Majestades habían observado con atención todo lo ocurrido.

 

- Nuestra hija posee un gran corazón. Es capaz de todo por cumplir su palabra. Tiene unas dotes excelentes para la diplomacia. – Dijo el Rey.

 

- Lo  se Pephosis. Pepitamón puede hacer mucho por  Egipto en el futuro. Ahora es traviesa, inquieta, algo caprichosa, mimosa. Cuando crezca, estoy segura que será una gran dama de la corte, con la que su hermano tendrá que entenderse. – Dijo la Reina.

 

- Tenemos mucha suerte con los dos, son inteligentes y decididos. Cuando aprendan bien las leyes y tradiciones sabrán gobernar con justicia. – Dijo el Rey

 

- ¿Por qué has permitido que la niña se acercara al Petote?. ¿No es peligroso para ella?. – Preguntó la reina.

 

- La he llevado allí cinco veces para que terminara de estar protegida contra las artimañas malignas de Ra-Atón, “El Innombrable”. Puedo asegurar que la piedra incluso le ha transmitido algunos poderes de los que ella nada sabe. Simplemente las ideas acuden a su cabeza.

 Y Pephat  ha rozado el Petote en dos ocasiones. Todavía no lo domina. Habrá que esperar a que le pierda el miedo totalmente. ¿Deseas probarla tu misma Banketatón?. A mi lado estarás segura.

 

- Otro día si te parece Pephosis. Los cortesanos nos aguardan para la celebración de la crecida. – Contestó muy oportunamente la Reina.

 

- Vayamos a celebrarla. – Dijo finalmente el Rey.

 

 

                                Resumen de lo que siguió en aquellos años.

 

 Pocos días después de la fiesta de la crecida partió la expedición comercial al País del Quinto-Pin en busca de tabaco, especias, aceites raros, maderas nobles y otras mercancías de las que no había en Egipto.

 Salieron al atardecer, el mago iba triste en la popa, mirando hacia el lugar donde se quedaran los Príncipes a despedirlos. Gata Gris, la buitresa se encontraba en la punta del mástil del barco. Decidió que sus dos polluelos podían quedar perfectamente atendidos en el zoológico real con tan ilustres dueños. Por tanto se iba con su compañero el mago a visitar lejanos  países.

 

 La expedición, compuesta de tres navíos, tenía previsto descender el río hasta encontrar el canal de la  reina Tastestuhp, que comunicaba directamente con el mar rojo. Durante la crecida este canal era navegable. De allí pasarían cerca del país de los dromedarios hacia el océano índico, navegando dos meses más rumbo sur-este para llegar a tierras Qintopinianas, muy cerca de la línea del ecuador.

 

 Los pelos de Jawim siguieron siendo negros hasta que la naturaleza los fue tiñendo de blanco. Las canas no perdonaban ni al más brillante de los magos lejanos. La piel se le quedó morena por experimento con la Piedra De Nubia. ¿O fue por los dos años vividos bajo el implacable sol de Egipto?. Eran dudas que Jawim no resolvería jamás.

  

 Pepitamón y Pephat crecieron sanos y alegres. Aprendieron, se equivocaron, se fueron haciendo adolescentes, unas veces a besos y otras veces a palos, como en la mayoría de las familias de toda la vida.

 

 Pephat fue asociado al trono para recibir las enseñanzas directas de Pephosis IV El Grande, es decir, como si fuera un segundo Rey.

 

 Banketatón, como siempre trató de pacificar a la familia. En  todo momento estuvo al lado de su esposo el Faraón y de sus adorables hijos para lo que fuera necesario.

 

 Wesir ingresó en la Casa De La Vida, pero no se hizo astrónomo. Estudió arte, demostrando lo mucho que le gustaban la pintura, la escultura y los jeroglíficos sagrados. Cerca de él estudiaba la Princesa Pepitamón algo parecido a ciencias políticas y diplomacia, además de idiomas extranjeros.

 

Yayut fue madre cuatro hijos, tres niños y una niña. Pepitamón los quiso como si fueran sus hermanos. Sunny fue ascendido a capitán de la guardia de palacio.

 

 Petathys siguió siendo portaabanico hasta la jubilación. Jawim fue propuesto como Primer Mago en su país, pero por supuesto prefirió volver a Egipto y rechazó el  ofrecimiento.

 

 Las gemelas Manisere y Manitatón prefirieron casarse jóvenes y dejar de estudiar. De los demás compañeros no aparecen pairos que atestigüen como les fue.

 Pero si sabemos lo que ocurrió con Asnoy, el profesor de historia. Aburrido de tanto luchar con sus alumnos pidió que lo destinaran al Oasis de Puff-allá para no complicarse más la vida.

 

 Divofis, a pesar de sus ataques de nervios consiguió resistir a la tentación de irse a vivir lejos. Se quedó y puso las cosas bien claras a toda la clase.

 

 Era tiempo de crecer.

 

                                                                     Manuel P.

                                                                             delcuento@hotmail.com

 

 Las ilustraciones que acompañan este cuento pertenecen a la pluma de Pianj.

                                                                                               Carlosst24@hotmail.com

 

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