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La medicina egipcia

 

 

Por Anna Mañes

neferanna@hotmail.com

 

Es característica común de todas las civilizaciones el intentar paliar en la medida de lo posible la enfermedad. Como consecuencia del deseo de alcanzar el estado de salud y de bienestar suelen aparecer diversas corrientes: la médica o científica y la esotérica o mística.

 

            En la cultura egipcia, ambas estuvieron muy presentes y ha de destacarse esta última como la más usual. La medicina en si, estuvo muy basada en el misticismo, la magia y la religión. Los estudios se impartían en la llamada “Casa de la Vida” (per-anj). Los conocimientos podían provenir de diversas fuentes de observación como la matanza de los animales (realizada en presencia de médicos y sacerdotes), las heridas y enfermedades tanto ante como postmortem, y evidentemente, la práctica del embalsamamiento.

 

            Éste último proporcionaba información anatómica muy útil, principalmente de las cavidades torácico-abdominal y encefálica. Además, la observación de los distintos estados de un mismo órgano: el enfermo y el sano, hubiera llevado a los médicos a poder diagnosticar la enfermedad en otros casos, información que sólo podían obtener de un cadáver que hubiera sido abierto. Como no practicaban autopsias la evisceración en el embalsamamiento era el único método para obtener esos datos y sitúa a los egipcios como los mejores anatomistas de la historia antigua. De hecho, la primera referencia a un libro médico nos la relata Manetón. Se trata de un tratado de anatomía atribuido a Athotis (Dyer), faraón de la I Dinastía. Otra “enciclopedia” atribuida al dios Tot se encuentra también entre los supuestos libros más antiguos. Constaría de 42 columnas sobre anatomía, enfermedades y remedios para paliarlas. Aunque no se haya encontrado se piensa que los papiros médicos podrían estar basados en susodicha enciclopedia y se ve como la mayor fuente de información sobre las prácticas médicas, sin lugar a dudas, que ha llegado a nuestras manos. Entre los papiros médicos que nos han llegado destacan:

  • El de Ebers (el más importante tanto en extensión como en contenido).

  • El de Hearst.

  • El de Londres- Leyden (de carácter más bien mágico).

  • El de Edwin Smith.

  • Los del Ramesseum (los más antiguos).

  • El de Kahoun.

  • El de Berlín.

  • El de Carlsberg.

  • Y el de Chester Beatty.

            Según el papiro de Ebers podemos diferenciar tres tipos de sanadores, cada uno de los cuales se encargaba de uno de los tres conceptos distintos de enfermedad:

  • Sacerdotes (wabw): Eran mediadores entre el enfermo y el dios que solían recurrir al uso de drogas para sanar. Combatían aquellas patologías atribuidas a un castigo divino mediante oraciones.

  • Médico laico (swnw): Su papel era similar al de nuestros médicos actuales. Curaban enfermedades orgánicas (las que creían que estaban originadas por causas naturales) mediante tratamientos que combinaban los remedios y medicinas (no siempre eficaces) con las inmovilizaciones y prácticas quirúrgicas.

  • Mago (sa.u): Se encargaban de las posesiones demoníacas y libraban al enfermo de ellas mediante la coacción mágica.

              Al igual que en la actualidad la atención sanitaria poseía una especialización y unos rangos que fueron variando a lo largo de la historia egipcia. Durante el Imperio Antiguo se alcanzó el auge de la especialización médica, ya que aún no existía el concepto de la totalidad del cuerpo. Al ir evolucionando esta noción hacia una disciplina común, la especialización sufrió una decadencia. Como claro ejemplo destaca el médico-odontólogo Hesy-Ra (Beneficioso a Ra, ver imagen de la izquierda), el considerado como más antiguo de la historia, que vivió hacia el 3.000 a.C. y del que nos han llegado algunas pinturas.

 

            Se sabe que los médicos trabajaban ayudados muchas veces por especialistas que equivaldrían a nuestros enfermeros y auxiliares (wt), de los que nos han llegado referencias indirectas (pues está en paradero desconocido) de un “Tratado relativo a los wt” en el Papiro de Smith.

 

            Sin duda el médico egipcio más conocido es Imhotep, maestro de obras de la pirámide de Dyeser, sacerdote, visir, etc. Que llegó a ser elevado a la categoría de dios de la medicina.

 

           

 

            Según la teoría de “el cuerpo nace sano” los egipcios identificaron cuatro causas distintas que provocaban enfermedades:

  • El viento como concepto de masa de aire que se mueve y como parte de la enfermedad (miasma).

  • Los gusanos de la piel, intestinos y heridas.

  • Los alimentos en mal estado o en malas combinaciones.

  • La circulación de materias morbosas por las venas (mtw): Esta creencia hubiera sido la base de la doctrina humoral, formulada posteriormente por los griegos.

            Como buenos observadores se percataron que la mayoría de enfermedades penetraban por los orificios del cuerpo y basaron el método de diagnóstico en la observación del paciente, tanto su aspecto como su color, olor y heridas. Realizaban también palpaciones para localizar toda clase de fracturas e inflamaciones y se cree que pudieron servirse también de las percusiones. Otro sistema habitual eran los exámenes funcionales, del mismo estilo de los que se hacen hoy en día (Ej. En una luxación cervical girar la cabeza de lado a lado). Según el Papiro de Hearst, ya en la III Dinastía se entablillaban fracturas y se inmovilizaban miembros mediante el uso de una pasta a base de harina, miel y vendas, que al secarse adquirían una consistencia similar a la del yeso. Además de la cura de lesiones óseas se encargaron también de las cutáneas, procediendo al cierre de las heridas de manera artificial, usando tiras que adhirieran los bordes e incluso suturas.

 

            Para ellos el centro del cuerpo humano era el corazón, del que acertadamente llegaron a identificar entre 22 y 46 canales que lo relacionaban con el resto de órganos, sin diferenciar venas de arterias, tendones, etc.

 

            Como último paralelismo con nuestra medicina actual y quizá lo que llame más nuestra atención sea su ética profesional: el enfermo no era impuro ni intocable y no se le podía dejar sin ayuda, punto que inevitablemente nos recuerda al artículo 196 de nuestro Código Penal sobre la denegación de asistencia sanitaria. Como podemos comprobar, dejando de lado las creencias mágico-religiosas, la medicina egipcia estaba muy avanzada tanto para su época como para las venideras y debería revisarse el concepto de Hipócrates como padre de la medicina.


 

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