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Los ojos: Maquillaje y medicina

  

Egipto, tierra de sol, mucho polvo y más insectos, determinó que desde la época de Nagada I, los egipcios se preocuparan de sus ojos. Los ojos, para los egipcios, eran algo muy importante. El animal sagrado de la Diosa Hathor, era la vaca y, precisamente, los ojos más bellos y a la vez rasgados eran los de ese animal. Pese a este posible paralelismo, lo cierto es que por ellos, al igual que por otros conductos, en Egipto se transmitían muchas enfermedades.

 

 La filosofía egipcia se fundamentaba en la dualidad. Así el maquillaje no sólo servía para embellecer los ojos, sino que además tenía propiedades fungicidas, anti-deslumbrantes, repelente de insectos y hacía que el polvo del desierto no penetrara en su interior, siendo capturado por el propio maquillaje.

 

Era necesario que “el ojo hablara”, y a la vez que estuviera lo más protegido posible. Esta necesidad de utilizar maquillaje, no sólo para embellecer sino también para proteger, ya se encontró reflejada en los primeros hallazgos de  enterramientos del periodo predinástico. En las tumbas, tanto de hombres como de mujeres, de lo poco que se encontraba en cuanto a ajuar funerario, cabe mencionar que lo que nunca faltaba eran las paletas de maquillaje y los rodillos para machacar, seguramente, malaquita para los ojos. Esos utensilios serían necesarios, tanto para el viaje al más allá, como para su estancia.

 

 Una de las piezas más bellas encontradas, en cuanto a ajuar funerario de inicios de la época dinástica, es La Paleta de Narmer, hecha en jade verde. Esta paleta ceremonial no servía para machacar la malaquita, utilizada para embellecer y proteger los ojos, pero encontramos otras paletas de cosméticos de esquisto, con forma de pez o tortuga, en la época de Nagada I y Nagada II.

 

 Las  fuentes de información sobre el maquillaje, las hemos encontrado en los ajuares funerarios, así como en las listas de ofrendas funerarias del Imperio Antiguo. Ya en estas últimas, se hacía mención al “polvo verde”, uadyu.

 

 En el Imperio Antiguo, los ojos, se perfilan con una línea ancha de color verde, dibujada sobre el párpado inferior. El uadyu fue moda hasta la IV dinastía, época en la que fue sustituido por el mesdemet. El mesdemet  adquiere su color negro por la galena. A partir de la IV dinastía la línea del mesdemet se alarga hacia la sien y la nariz.

 

 Esta forma de utilizar el mesdemet evoluciona, hasta que en la XVIII dinastía aparece un fino trazo negro alrededor del ojo, prolongado por una franja paralela a la línea de las cejas. Es decir, la prolongación, ahora, era únicamente hacía la sien.

 

Al igual que en el terreno religioso, político-militar, etc… Amenhotep IV (Ajenatón) supuso un cambio con todo lo anterior, también encontramos un cambio en el trazo de la línea ocular. En esta época desaparece cualquier prolongación de la misma, pasando a ser una ancha línea negra que bordea el ojo. Tras Amenhotep IV, la línea negra terminará el ojo con una nueva forma, la llamada “cola de golondrina”.

 

Aparte del color verde y negro, también existían otros colores que se creaban con una base de galena negra y polvo blanco de la cesurita natural, generando la gama de los grises. Del lapislázuli machacado surgía el azul. El llamado azul egipcio o el amarillo, no se han encontrado más que en las estatuas o pinturas, pero no en recipientes de cosmética. Existe otro color, el rosa, que sólo se ha encontrado en la Tumba de Nefertari.

 

 

 El maquillaje podía ser, según como se triturara la galena, irisado o mate.

 

 Como podemos apreciar, la evolución social de Egipto, lógicamente determinaba un cambio en la forma de maquillarse los ojos, en este caso, pero lo que nunca cambió fue su doble finalidad, es decir, la de ser un elemento de medicina preventiva. Como se ha dicho al principio, el maquillaje era un eficaz anti-deslumbrante, un buen repelente de insectos, fungicida y algo tan importante como que evitaba que el polvo del desierto penetrara en ellos.  Así a título de ejemplo, explicar que los sacerdotes se depilaban todo el cuerpo, y en ello también se incluía las cejas y las pestañas, con lo que la vulnerabilidad  a los insectos y al polvo era palpable. Así el maquillaje en los ojos, a la vez que los embellecía y los hacía hablar, les hacía las funciones propias de protección del bello depilado.

 

 El maquillaje ocular terapéutico, por todo lo antes dicho, se desarrolló enormemente, ya que las enfermedades oftálmicas eran muy frecuentes. Así el Papiro Ebers recoge más de cien recetas para el cuidado de los ojos. Tal fue el desarrollo de la Oftalmología, que cuando el historiador Herodoto habla de la medicina en Egipto, ya se refiere a Hesy-Ra (3.000 años a.C.) como gran Oftalmólogo. El Papiro Ebers -1.550 años a.C.-, es considerado un Tratado de Medicina, Ginecología e Higiene y a la vez estudia el tracoma. También el Papiro Carisberg se refiere a las enfermedades de oculares.

 

 

En nombre originario del tracoma era la “Oftalmia del desierto”. Tanto antes como aun en nuestros días, es una enfermedad infecciosa transmitida por la mosca común propia de países subdesarrollados. Actualmente es una de las causas de ceguera más importantes, que devastan comunidades enteras. El tracoma se contagia solamente por contacto directo de persona a persona. Tiene un periodo de incubación de cinco a siete días, comenzando por una conjuntivitis leve, pasando a tener grandes cantidades de secreción y párpados inflamados. Si no existe  una buena higiene, agua limpia y antibióticos pasa a la fase crónica, finalizará inevitablemente en ceguera.

 

 

 

 Todo nos demuestra que la dualidad es el pilar básico en Egipto. Belleza sí, pero a la vez prevención ante las enfermedades, en este caso oculares, que los egipcios sufrían y que pese a el gran conocimiento que tenían  en sustancias medicinales y el desarrollo de la farmacopea, nunca llegaron a  poder descubrir el remedio contra esa enfermedad endémica que era la Oftalmia del desierto. Los alquimistas que buscaban la “Piedra Filosofal”, no la hallaron ni la hemos hallado nosotros, casi cinco mil años después. Esta enfermedad continúa dejando ciegos a aquellos que no realizan una cura con los antibióticos precisos. Por ejemplo, el 50% de los niños Saharauis en los campamentos de refugiados padece el tracoma.

  

 

Autora: Joana Baqué.

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                                                                         Janajana24@hotmail.com

Fotografías de Juan de la Torre Suárez

 

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