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Relatos Egipcios

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LOS ELEGIDOS

 

4-  Los templos del Ka y el Ba.

 

 Cerca de la cara este de la última morada de Jefke en construcción se alzaba el complejo funerario que la acompañaba en la trascendental función de preparar su alma pájaro.

      

 El templo del Ka divino ya se hallaba en una fase de construcción muy avanzada en lo que concernía a la cimentación y columnas. Por algún motivo en un momento determinado se detuvo en la colocación de los capiteles sobre las columnas. El material de estos capiteles yacía en el suelo esperando ser modelado por la mano de hábiles artesanos canteros y formaba una masa importante de bloques de granito.   

    

 El templo solar a cielo abierto era otra de las magnanimidades que acompañaban a la pirámide. El altar central de ofrendas con forma circular ocupaba el centro del patio. La piedra de sacrificios era una mole de doce codos de diámetro para ofrecer al Dios Sol todos los presentes que la tierra ofrecía gracias a su prudente intervención.       

    

 Los Perfectos de Ra se diseminaban por todo el complejo, dirigiendo el ambicioso proyecto de inscripciones que el monarca deseaba para sus templos. Los artesanos tomaron el templo del Ka aún sin concluir para instalar allí su almacén y talleres.

 

 Por orden del arquitecto real fueron apostados una docena de soldados veteranos para proteger el recinto de curiosos. El secreto que rodeaba las construcciones más importantes del reino estaba a buen recaudo.

     

 Amsy fue destinado a dirigir las inscripciones jeroglíficas del templo donde se ubicaban los talleres. Sherit-re a los archivos de obra como era de esperar, Sinuit, Nanit y Wesere a los talleres de pintura, donde confeccionaban los colores necesarios. Mhet volaba como las abejas de un sitio para otro coordinando a sus compañeros en frenético ir y venir.  

     

 A los pocos meses de la permanencia en la obra, llegó el obelisco imponente en su longitud de 46 codos como un regalo del Nilo. Tras varios días de esfuerzo y pericia fue arrastrado hasta la cara este del santuario, donde quedó a disposición de los artesanos para ser decorado como se merecía.     

    

 Menepshimu, el gran arquitecto real solicitó a través de Mhet un escriba para dirigir todo el galimatías que Jefke pretendía plasmar en aquel obelisco.     

      

 Debería contarse con pelos y señales toda la conquista del rey sobre las temibles hordas nubias un año atrás. Una serie de grabados mostrarían al gran soberano aplastando con el pie derecho la cabeza del guerrero que tuvo el atrevimiento de oponerse al ejercito de Ra. Tras encarnizados combates con el rey al frente de sus tropas llegaron a la tercera catarata y erigieron un templo solar para dar protección a las tierras en adelante sometidas al Kemet.

     

 Esa era más o menos la versión oficial de la conquista de un amplio territorio, rico en marfiles, oro, pieles y piedras preciosas. Acababa el relato oficial cantando las alabanzas del Rey todopoderoso y misericordioso que, después de someter al nubio, le otorgó protección y culto a los dioses verdaderos.       

    

 El arquitecto aprovechó la ocasión para presentarles al capataz de los escultores Remen-ai, quien llevaría en adelante la cuadrilla bajo las órdenes directas de Sherit-re. Menepshimu reprimió una pequeña protesta por la designación de una mujer para dirigir los trabajos en el obelisco pues su función no le permitía expresar tales sentimientos.

     

 Mhet leyendo el gesto del arquitecto lo tranquilizó enseguida, alabando la competencia de la muchacha.

  

 Sinuit se acercó a su marido por la espalda para darle un abrazo tierno, un beso y una caricia.

 

- Vengo de visitar a mi madre, no se encuentra bien.

 

- ¿ Que le ocurre?.

 

- Tiene el corazón débil, cree que vivirá pocos años, de hecho está tomado medidas por si le ocurre algo grave. Estoy asustada, temo mucho por su vida.

 

- Vaya, no me lo esperaba. Tu madre siempre ha sido muy reservada, incluso para su vida privada.

 

- Es su cargo lo que la ha hecho cauta. Amsy, me ha pedido algo que  quiero que sepas.

 

- ¿ Que te ha pedido Sinuit?

 

- Por la enfermedad y el previsible desenlace le gustaría ver nacer a su primer nieto mientras pueda gozar de él. ¿Qué me respondes?.           

      

 El escriba se rascó la barba de dos días, los dos días de descanso semanales, trago saliva, se rascó también la nuca, sonrió y beso ardientemente a su esposa.

 

- Creí que no ibas a pedírmelo nunca, claro que acepto. Vamos, tenemos cosas que hacer. - Dijo Amsy a su señora Sinuit mientras pícaramente le tocaba el culo. Los dos arquearon las cejas en señal de satisfacción, juntando las puntas de la nariz y rozándoselas entre sonrisas cómplices.

        

 Las jornadas transcurrían plácidas en la meseta sagrada. La primera de las caras del obelisco estaba prácticamente tallada, ahora tocaba darle un cuarto de vuelta para que la segunda cara quedase hacia arriba, facilitando el trabajo. Pronto acudiría Mhet al despacho de Menepshimu a solicitar la maniobra de viraje.

        

 Durante la parada para la comida de mediodía, un grupo de artesanos curiosos se subió a los andamios para admirar la obra realizada.

 

- La Fuerza del rey no es de este mundo. -  Afirmó Remen-ai  muy convencido.

 

- Tan sólo le basta el pie derecho para someter al nubio. Añadió Nanit.

  

- Consigue las victorias porque domina las fuerzas ocultas, posee la fiereza de Seth, la astucia de Horus, la sabiduría de Thot y la energía inagotable de Ra. Renovadas por los nacimientos diarios del astro Rey. - Declaró Sherit-re de manera didáctica.

 

- Estás muy instruida muchacha, pero te falta una visión más realista de los hechos. - Dijo Trooncoteph poniendo cara socarrona .

      

 Todos volvieron sus  cabezas hacia más abajo donde se encontraba un soldado de edad madura, de los que vigilaban el recinto de las obras.

 

- ¿Has participado en la campaña de Nubia?. - Le preguntó Amsy.

 

- Esa fue la última de una serie de ellas, en efecto. – Contestó el soldado.

 

- ¿Conoces personalmente al Rey?. - Preguntó Remen-ai.

 

- Si. He tenido la suerte de estar cerca de Él en algunas campañas militares.

 

- Cuéntanos como fue la conquista del gran sur. Pidió Nanit.

 

- Por hoy es suficiente, creo que ya he dicho más de la cuenta.- Respondió huraño el soldado. A continuación los dejó a solas con sus dudas.

 

- Tremendo personaje. Arroja la piedra y esconde la mano. ¿Cómo debemos interpretar su gesto?. Si se enteran los superiores de que no guarda bien los secretos harán de él un jubilado desdichado. – Dijo el escriba Amsy.

 

- Por mi parte esta conversación nunca se produjo. Conviene que tengamos al veterano contento para que vaya soltando algún comentario de vez en cuando. - Dice Sherit-re .

 

-Eso es como jugar con el fuego, pero la curiosidad es demasiado poderosa para dejar pasar la oportunidad de saber como se escribe realmente la historia de nuestro amado país. ¿Estamos todos de acuerdo?. - Pregunta Remen-ai.

     

 Por supuesto que estaban todos de acuerdo. La juventud a veces es más atrevida que los genios malévolos de la noche.

        

 El embarazo de Sinuit se complicó más de lo previsto. Hacia el sexto mes la amenaza de parto prematuro estaba presente. La matrona le recomendó máximo reposo, el médico de obra, tras consultarla expidió el correspondiente certificado de baja para eximirla de sus tareas como escriba destinada a la construcción de monumentos reales.

    

 Se llevó algunos papiros para trabajar en casa cuando no supusiera esfuerzo para ella. Tanto médico como matrona desaconsejaron las relaciones sexuales por precaución. Amsy vivía horas bajas desde entonces.

       

 Por fin los capiteles de remate de las columnas del Templo del Ka comenzaron a ser talladas por los sabios canteros de la cofradía “Felices de Jefke” desplazados a la obra recientemente. Amsy pidió al maestro de los Felices que definiera la línea del techo para proceder a decorar los muros laterales con una síntesis detallada de los ritos de regeneración.

    

 Retomó el trabajo interrumpido meses atrás por falta de  referencias. Trató de olvidar su crisis personal aplicándose en el trazado de los ideogramas y jeroglíficos, preparatorio para el repaso de los escultores de la cofradía de los Perfectos. No las tenía todas consigo. Después de pasarse una mañana representando al Rey en el rito de los cuatro puntos cardinales se quedó satisfecho del trabajo realizado.

    

 Remen-ai vino a avisarle que era hora de comer, como desde los tiempos de las mastabas.

 

- Siempre te quedas para el final, ¿Te pagan por cada signo que escribes?. - Preguntó Remen-ai.

 

- Intento recuperar los meses perdidos. Ahora voy. Le contestó Amsy.

 

- Te has superado a ti mismo otra vez. Nos dará trabajo esculpirlo, pero vale la pena. El todopoderoso Rey del Kemet tirando flechas con su arco de oro, primero al norte, después toma carrera y tira hacia...

 

- Espera, algo está mal aquí -observó Remen-ai. ¿Te das cuenta de que apunta hacia el sur en la segunda flecha?.

       

 A Amsy se le heló la sangre al comprobar todo el fiasco. No sólo estaban colocados los dibujos en orden erróneo. Además, para colmo de males el muro en donde los había situado, al oeste del templo era el equivocado. Echó las manos a la cabeza, casi llorando por la barbaridad cometida. Soltó imprecaciones acerca del primer gran acto humano. Detestó haber nacido, pero se acordó de su madre aún viva, que no tenía culpa de la torpeza de su hijo y se calmó un  poco.

 

  Es un error que sólo cometen los dibujantes, seguro que a Tonthep esto no le ocurre. – Dedujo  Remen-ai.

 

- ¡Vaya una gracia has hecho ahora mismo!. Tonthep se dedica a otras funciones. - Respondió Amsy, o lo que quedaba de su moral .

 

- Por eso mismo, hermano. Los  errores  son humanos, sólo aquel que realiza un trabajo puede equivocarse en el. -  Respondió Remen-ai intentando emular a los sabios.

 

- No es para estar orgulloso. No sé que es lo que me pasa. Desde que la ciencia me ha quitado la posibilidad de hacer el amor, la mente me traiciona de forma inevitable. -   Declaró el escriba con cara de preocupación.

 

- Haber comenzado por ahí. Eso explica tu comportamiento desde hace  semanas. Pero centrémonos. Esta noche haremos una salida muy especial.     

  

 El escriba miró al escultor de soslayo con un aire inevitable de curiosidad. Este le contó los planes de aventura nocturna.

 

- ¿Te acuerdas de las insinuaciones del soldado Trooncoteph acerca de los verdaderos relatos de guerra del Rey?. Pues esta noche volvemos a la casa de cerveza. Cuando bebe más de la cuenta, habla más de lo debido. No es mucho lo que me ha contado todavía pero se nota que va ablandando.

 Me ha contado las reticencias de sus superiores a jubilarlo. Es soltero, o viudo, no estoy muy seguro. Desea esa jubilación más que nada en este mundo, por eso vive descontento. Creo que si después de la casa de cerveza nos vamos al Jardín de las Delicias cantará como un ave del Nilo. - Dijo Remen-ai triunfante.

 

- ¿Pero ese no es un local de vida alegre?. – Preguntó el escriba.          

    

 Después de dudarlo un buen rato tirando y aflojando con su compañero de fatigas, Amsy llegó a la conclusión varonil de que una escapada le daría el vigor laboral necesario. Cuando menos, la cabeza la tendría más asentada.

 

- Dispongo de la excusa necesaria para  Sinuit. El error cometido hoy hará que tenga que trabajar casi toda la noche. Creo que es bastante creíble. Contesta un Amsy más esperanzado por el giro de los acontecimientos ).

      

 La gran ciudad bullía aun después del anochecer. Las panaderías cerraban sus puertas al despachar las últimas hogazas. Las abundantes casas de cerveza despedían ruidos y olores. De ellas salían conversaciones muy animadas de los obreros del Rey. Discutían acaloradamente sobre cual de los grupos y subgrupos trabajaban mejor y más rápido. Se criticaba en exceso a los poco cuidadosos con la piedra.

    

 Algunos de ellos tan sólo tenían la misión poco cualificada de transportar  cestos de arena, otros tiraban de los bloques de piedra, muchos eran canteros puros, arrancaban los bloques de una cantera situada cerca de la gran pirámide de Acohjoneph II. Otros muchos se dedicaban a abastecer a los portadores. Así podían verse canteros, carniceros, cerveceros, panaderos, escultores, pintores, carpinteros y un sinnúmero de profesiones principales y auxiliares tomando cerveza en las tabernas.

 

 Puede que en los mejores momentos de la construcción de pirámides y templos adyacentes trabajasen y viviesen 20.000 personas en esa ciudad de los constructores. Por supuesto bien alimentados y con asistencia médica.

 

 El trío avanzaba con trabajo por una callejuela donde no pasaban tres asnos juntos.  A recomendación del veterano entraron en la taberna del Ibis Blanco.

      

 En un rincón de la estancia se sentaban unos cuantos soldados libres de servicio, el veterano los saludó. Los tres compinches se fueron a una mesa más apartada para poder hablar con tranquilidad sin ser escuchados.

 

- Dejadme que os recomiende la cerveza de Bubastis, más fuerte de sabor, olor y contenido en alcohol que la de siempre. - Dijo el viejo zorro.

      

 Bebieron sin piedad de aquella y de las otras cervezas, probando incluso los vinos del Delta. Poco a poco el soldado Trooncothep fue contando todo aquello que la bebida le  inspiró.

 

- La llegada del ejercito del Rey a las tierras del sur puede decirse que fue fácil o muy fácil. Nada de esas leyendas que habéis puesto en el obelisco.- El veterano siguió bebiendo.   

   

 Amsy se preguntaba cuanto les iba a costar la aventura. Lo que estaba escuchando en parte le intranquilizaba, esas eran historias para los intrigantes de la corte. Él como simple escriba  artesano estaba más entusiasmado por la labor de crear magia y belleza en los caminos del más allá.

     

 En cambio Remen-ai se encontraba cómodo con aquellas confidencias. Seguía sirviendo cerveza y haciendo preguntas incómodas. Trooncothep continuó desgranando su escabroso relato.

 

- ¿Pensáis que nos aguardaba la hueste de aguerridos nubios armados y protegidos  con pinturas y amuletos, luchando hasta la extenuación?. Pues estáis equivocados. Si puede llamarse ejercito nubio a una pandilla de tribus desorganizadas eso es lo que nos encontramos allí. La resistencia fue prácticamente inexistente por parte de los habitantes del sur.

   

 El soldado bajó mucho la voz para lo que iba a confesar.

 

- Algunos intentaron oponerse, pero el Rey mandó cargar sin miramientos contra ellos con una dureza que me pareció excesiva. Incluso mandó arrasar una aldea que se oponía a adoptar a nuestros dioses. Los líderes locales fueron ajusticiados ante la mirada de sus familiares...

 

- Basta ya -protestó Amsy de pronto. -Me produce repugnancia. Esto no puede traer más que problemas. Además, ¿Quién va a creer una historia semejante?. Propongo que nos vayamos ya a casa de Rasthre-re, a desahogarnos un poco de tanta tensión.

        

 Salieron como pudieron de aquella taberna del Ibis Blanco para dirigirse al Jardín de las Delicias, situado cuatro calles más adelante. Iban los tres compañeros hombro con hombro dispuestos a entrar y darse un respiro para el alma insatisfecha.

      

 En la sala principal de la casa se encontraban algunos de los notables de Menfis en actitudes poco decorosas. Casualmente también estaba Mhetperé en una esquina, ignorando las caricias de una señora que prestaba sus servicios esa noche. Cerca de él estaba Turphofis el ínclito director de La Casa de la Vida tocando el trasero a Ra-me-rit.

     

 Por supuesto, en virtud a un acuerdo nunca escrito pero respetado al máximo los presentes “no” se conocían ni de vista.   

   

 Ya se sabe, sacerdotes puros, ritualistas, inspectores del fisco, artesanos de élite, comerciantes, funcionarios judiciales, policías...Todos tenían cita en aquella casa cuando se aburrían en las suyas.

    

 Puthat se acercó a Amsy contoneando la cintura, los pechos se dejaban entrever a través de las transparencias del velo que la cubría. Unas pocas caricias para ver como el escriba se derretía ante ella. Lo tomó de la mano y pasaron a un reservado para tener intimidad. El soldado se encaprichó de una cuarentona de generoso busto llamada Zorrit y el escultor se fue con una chica delgada, Furcisis,  que le pareció la idónea para su estado de embriaguez.      

    

 Un par de horas más tarde avanzaban por la calle vacía apoyándose mutuamente para no caer al suelo. Cada uno cantando las virtudes de su compañera ocasional. Los otros dos dejaron al escriba apoyado en la puerta de casa y se fueron juntos para el recinto de las obras sagradas en donde vivían.    

    

 Llegaron tarde, armando alboroto. Un centinela de guardia pidió la contraseña, pero al reconocer a los visitantes los dejó pasar, no sin antes llamar la atención del veterano por llegar en ese estado.

 

- Con mi tiempo libre hago lo que me parece, contestó enérgico Trooncothep a pesar de la borrachera.

      

 Se despidieron en la casa del veterano con algunas bromas sobre la aventura de  la noche.

         

 Remen-ai se dirigió a los barracones dando un rodeo para admirar el imponente altar de sacrificios de doce codos de diámetro y se detuvo ante el como hipnotizado. Decidió realizar un experimento místico.

      

 Se fue hacia la piedra, subió con esfuerzo, se detuvo en el centro. Poco a poco una idea estúpida le vino a la cabeza. Si el Rey iba a utilizar el altar para llamar a  las energías renovadoras es porque había un poder en él, fuera cual fuera. Así que ni corto ni perezoso comenzó a implorar a la Reina Celeste de todas las mujeres:

 

- Isis, esposa de Osiris, Madre de Horus, diosa de las mujeres. Tu que por ser mujer conoces a las de tu género, dime si en este mundo tengo reservada a la que me hará feliz.

      

- Pronto cumpliré veintiocho años sin tener la oportunidad de amar y ser amado.

 

- Serás para mi la más grande de todas las damas celestes si me concedes un amor sincero. - Se quedó muy sereno esperando una señal de las estrellas que no vio llegar porque el sueño fue más traicionero.     

 

 Con el canto del gallo comenzaron a entrar los trabajadores que pernoctaban fuera. Isa-si-nut, la quinta de las chicas de la cofradía de los Perfectos, llegó de las primeras para reincorporarse  al trabajo después de casi un año de ausencia por un viaje de estudios del que muy pocos tenían noticia.

 Su mayor especialidad era la de preparar aceites para un alumbrado intenso y casi carente de humos nocivos para la pintura mural. Además ejercía funciones de ritualista en las juntas de la cofradía.

        

 Se fue caminando hacia el altar de sacrificios para socorrer a aquel hombre que se hallaba tendido en la piedra desnuda con una oreja pegada al suelo. El hombre balbucía palabras incoherentes, de las que la muchacha sólo entendió “agua,” pronunciado dos veces.

 

- ¿Te ocurre algo?, ¿Tienes sed?. Te ayudaré a levantarte.

 

- Agua, se oye un rumor de agua aquí debajo -dijo el escultor.

                 

 Remen-ai creyó que todavía soñaba cuando vio encima de él a la preciosa Isa-si-nut sonriente. El hombre exhaló un hondo suspiro. La chica reprimió una mueca de asco por el tufo que despedía el aliento del escultor. Se apartó y volvió a sonreír.

     

 Se fueron juntos hacia el taller de la cofradía donde Remen-ai tenía autorizada la entrada. Mientras no llegaban los demás, tuvieron tiempo de contarse sus respectivas vidas. Simpatizaron bastante bien desde el principio, de tal suerte que  a las pocas semanas la chica se trasladó a vivir a la casita de Remen-ai, por lo que en adelante se consideraron casados.

    

 Al escriba las cosas no le fueron tan felices. Cuando Sinuit se despertó enseguida se arrimó a su marido para darle unas caricias. Notó un olor fuerte que no correspondía con los habituales. Por un lado esa peste a cerveza mezclada con mal aliento, por otro una mezcla de perfumes caros y ungüentos corporales femeninos. Zarandeó a su marido como si de un frutal se tratase.

 

-¿Dónde has estado, miserable?. Se levantó trabajosamente del lecho para correr las cortinas e iluminar la habitación. En la cara de Amsy había restos de carmín y sombra de ojos.

 

- Tra...traaaa... traaa...bajando.

 

- ¡No me mientas!. Sabes que me pone enferma.

 

- Apestas a mujerzuela, no me toques, quítame las manos de encima. Deberías estar avergonzado por lo que has hecho. Nuestro hijo o hija está a punto de nacer y su padre se va de putas. Me das asco.

       

 Todos los intentos del escriba por justificarse resultaron vanos ante su sagaz esposa. Estaba deseando salir de la estancia con la cabeza baja por la vergüenza, todavía mareado, incómodo. Sinuit sentenció :

 

- Sal de mi vista ahora mismo y no regreses en tanto no te hayas bañado en el Nilo sagrado, quemado tus ropas y purificado la boca con natrón. Sólo así serás digno de entrar en esta casa.

  

 Rematada la decoración del obelisco se procedió a su levantamiento. Fueron precisos más de quinientos hombres y varios días para el asentamiento definitivo.

Esa parte de la obra se daba por concluida. Algo era algo.     

     

 Remen-ai llamó a un aparte a Sherit-re y a Amsy durante la parada para comer. Los llevó hacia el altar circular.

 

- ¿A qué juegas Remen-ai? -preguntó el escriba.

 

- La noche aquella famosa, ¿Te acuerdas?

 

 Amsy recordaba perfectamente los pormenores de la noche famosa y su posterior madrugada.

 

- Si lo dices por los cuentos de Trooncothep olvídalo. No deseo saber nada más de lo que ocurrió en Nubia.

 

- En realidad se trata de una percepción que tuve poco después de dejar al veterano en su cuchitril. O a la mañana siguiente, no recuerdo bien, pero juraría que no lo he soñado.

       

 Sherit-re pidió al escultor que se explicara.

 

- Ahí debajo, justo debajo de la piedra circular se escucha un rumor de agua al caer.

        

 El escriba, deseando rematar cuanto antes por las ganas de comer, se subió a la piedra para colocar el oído encima y así demostrar que su amigo era un fantasioso. Pero también escuchó un rumor suave.

      

 La chica se disponía a subir. Tuvo que desistir del intento al ver al viejo zorro dando una ronda casual por la zona. Se saludaron con las habituales bromas, inventaron cualquier pretexto y se fueron.

    

 En días posteriores intentaron sin éxito la experiencia, porque Trooncothep no les quitaba la vista de encima.

     

 Sufrían cada día con más intensidad aquella duda que no podían satisfacer. Cada cual de los tres aportaba sus propias teorías. Todas ellas de difícil resolución ya que no se conocía una sola fuente en toda la obra gigantesca.

 

 Tal y como llegan los avatares de la vida, la ocasión se presentó una tarde, poco antes de concluir la jornada. Mhetpere se fue acercando discretamente uno a uno a los Perfectos. A todos  les dio la misma orden:

 

- Acude esta noche a la obra con la túnica de lino puro, sandalias, peluca y ornamentos. Perfectamente aseado/a. Eso es todo.

       

 La casita de Isa-si-nut bullía en ajetreo poco antes de la cena. Aparte de las funciones mencionadas como técnica de alumbrado limpio, había ido a prepararse a fondo en el estudio de la perfumería y cosmética en algún lugar secreto del país. Las chicas de la cofradía, exceptuando a Sinuit próxima al parto se afanaban en estar más “Perfectas” que de  costumbre.

 

 Todas intuían que el gran momento había llegado. Por fin iban a saber lo que tanto tiempo les había sido velado. Fueron saliendo de la casita de Remen-ai muy peripuestas, oliendo a esencias magistrales. Después de que la ultima hubo salido, el escultor entró y se quedó boquiabierto por la belleza de su esposa.

 

- Estoy pensando muy seriamente en solicitar una vivienda  más amplia, si por lo que veo esto se va a convertir en una casa de belleza. ( Remen-ai ).

 

- Por mí, de acuerdo, la necesito más que tú. Además me corresponde por derecho propio como miembro de la cofradía.

       

 El escultor se acercó a su bella esposa para abrazarla con claras intenciones. Ella muy serena, lo atajó con la tan traída frase de “sé lo que estás pensando, ni se te ocurra ahora”. Pues todavía le quedaba la parte más importante del trabajo por realizar, preparar diez mechas para el alumbrado de la ceremonia próxima, así como las esencias de purificación de un recinto subterráneo.

    

 Su marido asistió curioso a los preparativos. Ella le recordó que a pesar de estar casados vivía obligada por el secreto profesional. No podía revelar datos de su trabajo por más que deseara en el alma compartirlo todo con el hombre al que amaba.

 

- Estoy pensando que puedes solicitar el ingreso en los Perfectos, trataré de echarte una mano en lo que pueda. – Le dijo su bella esposa.

 

- También he pensado en ello y me imagino que no será tarea facil.

- Por lo menos intentémoslo. Me sabe amargo tener que guardar sigilo en mi propia casa.

 

Amantes Imposibles

 

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