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Relatos Egipcios

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La Piedra de Nubia

Parte I

 


 
Pephosis IV se levantó muy sobresaltado de su sueño, un sueño extraño donde se veía a sí mismo debajo de una pirámide grande, muy grande, que tapaba el sol. Parecía una pirámide normal, de hecho lo era, pero tenía algo que ninguna otra poseía, estaba puesta del revés, con la punta hacia abajo.

- ¡Este ha sido mi sueño! - exclamó - ¡Que venga el jefe de los arquitectos, pronto!.

Jinjuy llegó enseguida, el Rey le explicó cual era su proyecto.

- Pero, Señor... -dijo Jinjuy - ¡no hay en Egipto un material lo bastante resistente para soportar todo el peso de los miles de bloques de piedra necesarios para construir tan asombrosa pirámide!

- ¡Encuéntrame ese material prodigioso y te cubriré de riquezas! - dijo el Faraón.

 Al cabo de dos días Jinjuy volvió a palacio:

- Señor, he convocado a todos mis arquitectos. Ninguno tiene la menor idea de cómo conseguir una piedra tan dura - reconoció con tristeza.
- Entonces llamaré a la Corte a todos los sabios de las dos orillas del Nilo , al Consejo de Magos, a las Sacerdotisas de Isis, a los jueces y magistrados, a los artesanos, a quien sea necesario consultar. Hasta que lo averigüemos no pararé - dijo el Rey.

 Una semana más tarde se reunieron en la Corte los sabios más notables, los artesanos más hábiles, los consejeros del Rey y la familia real en pleno. Ante un profundo silencio habló el Faraón Pephosis IV con su voz de toro:


- ¿Puede alguien contestar a la pregunta que os he hecho?

 De pronto, en medio del silencio, se escuchó una vocecilla: 

- La Piedra de Nubia, padre.

 Los rumores comenzaron a recorrer la sala de audiencias: "¡La Piedra de Nubia!, ¡la Piedra de Nubia!" - decían todos los allí presentes - ¿cómo no se nos había ocurrido antes?.

- ¡¡¡SILENCIOOOOO!!! - gritó el Faraón - ¡No merecéis ser mis súbditos! ¿No os da vergüenza que una niña de cinco años haya resuelto sola el enigma?. Ven Pepitamón, hija, siéntate a mi lado.

 Todos enrojecieron de vergüenza. Mientras el Faraón ordenaba:

- La familia real y el visir que se queden. Los demás, salid delante de mi vista. ¡Fuera!... ¡Os quedaréis sin cerveza hasta la próxima estación!. Ese es mi castigo por tanta incompetencia! 

 En la sala de audiencias, cuando todos salieron, preguntó el Rey a su hija:

- Dime Pepitamón, ¿cómo sabes tú lo de la Piedra de Nubia?
-¡Todos los niños de palacio sabemos que existe el Petote! - reveló Pepitamón.
- Ummm... - dice Pephosis - ¿no puede tratarse tan solo de una leyenda infantil que os han contado?
- Lo ha contado Petathys, vuestro portaabanico, y Petathys no miente - continuó la princesa.

 El Faraón, convencido de que la niña tenía razón, pidió al visir que le dijera todo cuanto supiera de la Piedra de Nubia. El visir Ratostris, después de aclararse la garganta un par de veces, inició la descripción de la Piedra:

- Se trata, Señor, del Petote solar de Ra-Atón, sobrino favorito de Jamón-Ra, que más que enorgullecer a su tío, se dedicó a regalarle disgustos un día sí y otro también...
- Ratostris, no es momento para historias familiares - le atajó el rey - lo que más necesitamos en este momento es información de cómo podemos traer el dichoso Petote. Creo saber que se encuentra custodiado en Napata por mi súbdito el virrey Mecachistupt, ¿es correcto?
- En efecto Majestad - respondió el visir.
- Os hago su portador. ¡Traédmelo cuanto antes! - ordenó el Rey.

 El visir Ratostris, tras aclararse la garganta de nuevo, añadió:

- Veréis, Majestad, no es tan sencillo. Si por mi fuera no dormiría hasta poner la Piedra a tus pies.
- ¿Cuál es entonces el problema? - preguntó el Faraón nervioso.
- Pues bien... según dicta la tradición sobre el artificio de Ra-Atón, para recoger el Petote, habéis de ir vos personalmente a Napata junto a la Esposa Real, la Reina Banketamón y uno de vuestros hijos. Así ha de realizarse para mayor éxito.

 Pephosis IV el Grande, (porque era muy grande, casi un metro noventa) tras dedicar unos segundos a sus reflexiones tomó determinaciones fulminantes:

- Visir Ratostris, el viaje comenzará al alba. Serás el encargado de gobernar Egipto en mi ausencia. La Reina Banketamón me acompañará. Y en cuanto al hijo que ha de ir a Nubia....

 El príncipe Pephat, hermano mayor de Pepitamón, por un momento se iluminó pensando que sería él quien acompañaría a sus padres en la expedición. Pensaba que le correspondería por derecho, por edad y porque él era príncipe y su hermana no; mientras la pequeña no se hacía muchas ilusiones. Ninguno de los dos se atrevió a decir nada al Rey.

 El Faraón miró a su hija desde su grandeza y proclamó:

- Vendrás tú, Pepitamón - y viendo la cara de disgustado de Pephat añadió - tú, príncipe, serás más útil al lado de Rathostris y podrás representarme en algunos actos oficiales. ¡Que mis órdenes sean cumplidas!.

 Nadie protestó.

 Tanto Pephat como su hermana Pepitamón por una vez tenían motivos para estar contentos; por hoy no se pelearían. Uno sería famoso y la otra viajera, buen principio para compartir los entresijos del poder.
 

SEGUNDA PARTE

 

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© Juan de la Torre Suárez
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