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Juegos y Deportes en el Antiguo Egipto

Por Isabel Gil

 

Juego parecido al jockey de la tumba de Jety en Beni Hasan

 

 

En el Antiguo Egipto, las personas que disponían de tiempo libre solían gastarlo dedicándose a disfrutar de determinados juegos y deportes, sobre todo entre las clases más altas. Por supuesto los niños eran los que más jugaban durante su infancia, y han llegado hasta nosotros diversos juguetes y juegos de mesa que así lo demuestran. Los pequeños de todas las clases sociales podían disponer de juguetes hechos de madera (una materia prima difícil de encontrar en Egipto y que suponemos que la conseguirían las clases más elevadas de la sociedad), tela o barro, como armas, muñecas, figuras móviles de animales y personas, peonzas, etc.

 

Pero también se dedicaban a los juegos comunales con sus amigos al aire libre, como luchas, saltos, carreras y otros muy similares a los que actualmente siguen jugando los niños de todo el mundo. El clima cálido desde luego ayudaba a ello, y estas escenas han quedado grabadas en las paredes de algunas tumbas, como las de Beni Hasan, en las que se representan a unas jóvenes practicando una especie de juegos malabares con pelotas pequeñas. Otro juego que ha quedado grabado en las tumbas es el conocido como “Juego de la estrella”, practicado tanto por niñas como por niños, y que consistía en que dos de ellos sujetaban por las muñecas a otros dos compañeros inclinados y apoyados en el suelo por los talones, mientras los dos primeros tenían que hacer girar a su alrededor a los dos segundos. Un ejemplo muy conocido es el del representado en la tumba de Mereruka.

 

 

Las niñas eran muy aficionadas al baile, y los niños a los juegos de fuerza, como por ejemplo el que consiste en hacer dos bandos, en cada uno de los cuales cada niño sujeta por la cintura al precedente, mientras que los dos primeros se enfrentan uniendo sus pies y entrecruzando sus manos, y cada grupo tira con fuerza hacia su lado, ganando el que aguante sin caerse. Otro juego muy común en ambos sexos era el de la lucha que mantenían dos contendientes subidos a horcajadas sobre la espalda de unos compañeros.

 

Entre los adultos, el entretenimiento de los juegos era más practicado por las clases altas, que tenían más tiempo para dedicar al ocio. Aparte de los juegos de mesa, de los que hablaremos más adelante, se dedicaban a otros menesteres, como la caza o la pesca por placer (y no por necesidad alimentaria). Muy famosa es la escena de caza de aves de la tumba de Nebamon en Tebas, en la que se observa a la familia del noble disfrutando de un día de caza en una barca sobre el Nilo, acompañados incluso por su gato, adiestrado para recoger las piezas (el gato también simboliza en este tipo de escenas la sexualidad como ejemplo de renacimiento), y donde podemos observar el uso del boomerang como arma arrojadiza. Este era también uno de los entretenimientos favoritos de los faraones, que normalmente se dedicaban a cazar animales más grandes y salvajes, como leones, hipopótamos o elefantes.

 

 

Y hablando ya de los juegos de mesa, sin duda el más conocido de todos es el “Senet”, que aparece documentado desde las primeras dinastías. Se jugaba sobre un tablero dividido en 30 casillas llamadas “peru” (casas) que se alineaban en 3 filas de 10 casillas cada una. Cada jugador disponía del mismo número de fichas (normalmente eran 5, aunque en el Reino Antiguo eran 7), y se diferenciaban o bien por el color o bien por la forma (unas eran en forma de conos y otras en forma de carrete). Para decidir el avance de las fichas se echaban unos palitos con las dos caras de distinto color o huesecillos parecidos a los dados, teniendo distinta puntuación según la combinación en que cayeran. En el tablero había algunas casillas que daban puntuación extra y otras que perjudicaban el juego, aunque las más importantes eran las 5 últimas, que estaban decoradas con jeroglíficos. Se desconocen las reglas del juego, aunque hoy en día existen algunas interpretaciones de cómo pudo ser y se ofrecen partidas virtuales en Internet y el juego con todos sus componentes en cajas de venta al público. Lo que sí se supone es que el objetivo del juego era sacar todas las fichas del tablero antes que el oponente. Durante el Reino Nuevo, el Senet toma una significación religiosa muy importante, y en el Libro de los Muertos se recomienda jugar una partida contra un oponente invisible para garantizar al difunto una buena vida en el Más Allá.

 

 

Un juego de mesa muy parecido al Senet era el “de las veinte casillas”, que en egipcio recibía el nombre de “tjau”, y que surgió durante la dinastía XVII. También se desconocen las reglas, pero se jugaba entre dos personas y cada una disponía de 5 fichas.

 

 

El “juego de la serpiente”, conocido como “mehen” por los egipcios, se jugaba sobre un tablero circular en forma de serpiente enroscada en espiral. Tampoco se conocen sus reglas, y después del Reino Antiguo ya no se volvió a encontrar (no se sabe si fue sustituido por otro similar o directamente dejó de usarse).

 

Otro juego famoso es el “del perro y el chacal”, cuya aparición es de la época del Reino Medio. El tablero tenía forma de mesita apoyada sobre patas de animal, en cuya parte superior había 58 agujeros divididos en dos partes. Las fichas eran unos palos de marfil con cabezas de perro y chacal en uno de los extremos y afilados en el otro (por donde se introducían en los agujeros del tablero). Los agujeros 10 y 20 suponían un retroceso en el juego, y el 5 y el 25 permitían jugadas suplementarias.

 

En cuanto al deporte, estaba bastante bien considerado en Egipto, pues era una forma de mantener el cuerpo sano y fuerte, aunque de todas formas los egipcios no le daban un valor competitivo como hacían los griegos por ejemplo, sino que era una forma de pasar el tiempo libre o para disfrutarlo como espectáculo. Tanto hombres como mujeres lo practicaban, y así los favoritos eran la lucha, la esgrima con palos y el atletismo entre los varones, y la danza, los juegos acrobáticos con pelotas y la natación entre las féminas. La danza femenina tenía un carácter religioso, pues se supone creada por Hathor. Y la natación era seguramente el deporte más practicado por todos, grandes y pequeños, pues tenían el río Nilo a mano para ello y el clima benigno ayudaba a su práctica, aunque se cree que las clases más elevadas podrían practicarla en las piscinas de sus palacetes.

 

Los deportes masculinos parece que eran una especie de entrenamiento militar para la guerra. Hay numerosas escenas representando luchas deportivas, como por ejemplo en las tumbas de Beni Hasan, en una de las cuales (la de Baket) se escenifican unas 170 posturas distintas, dispuestas en forma secuencial ralentizada, y los golpes y llaves son muy parecidos a los de la actual lucha libre. La esgrima era practicada con palos y requería de una gran fuerza y habilidad. En la sala hipóstila del templo de Ramsés III en Medinet Habu tenemos una escena de esgrima con palos. Además de estos deportes, se practicaba el atletismo, especialmente las carreras individuales o en grupo, los saltos de altura y longitud y el levantamiento de pesos. Incluso se organizaban competiciones con árbitros elegidos para garantizar el buen funcionamiento del juego, y se premiaba a los ganadores con collares. También hay registro de un deporte muy parecido al actual jockey (tumba de Jety, Beni Hasan), que se jugaba con palos y pelotas pequeñas, y que actualmente se practica todavía en algunas zonas de Egipto.

 

Por lo tanto, los deportes los podemos clasificar en dos categorías al menos: una como actividades de ocio y entretenimiento, y otra como entrenamiento militar. Dentro de esta última podemos incluir, aparte del boxeo, la lucha o las carreras, las actividades ecuestres y el tiro con arco.

 

El deporte favorito de los faraones era sin duda la caza de animales salvajes, como leones, cocodrilos, hipopótamos, toros, etc. Pero hay una ceremonia en la que el rey tenía que demostrar su vitalidad y su presteza ante el pueblo, y era el festival Heb Sed. Era un acto de regeneración celebrado en el trigésimo año de su reinado, en el que el rey tenía que correr una cierta distancia sin ninguna compañía para que sus fuerzas renacieran y pudiera seguir gobernando Egipto, por lo que en cierto modo se le puede integrar en el apartado de deporte. En el recinto funerario de Zoser, en Saqqara, tenemos el mejor ejemplo de “circuito” para el festival Sed, así como una representación del rey haciendo la carrera “ritual”.

 

Como paradigma de rey deportista destaca especialmente Amenhotep II (1438-1412 a.C.), hijo de Tutmosis III, que ha pasado a la Historia como un gran guerrero y amante del deporte, tanto que se vanagloriaba de ser el más fuerte de los egipcios de su tiempo. Desde que era un niño se había dedicado a practicar sus deportes favoritos, especialmente la equitación, el remo y el tiro con arco, y se cuenta que era capaz de atravesar con las flechas unas dianas de cobre de 6 centímetros de grosor. Mandó construir un templo con una estela conmemorativa en la llanura de Giza, donde alardea de su poderío físico diciendo entre otras cosas que “Conocía los caballos; no tenía par en este numeroso ejército. Ninguno de entre ellos podía montar su arco”, “y era inalcanzable cuando se lanzaba a la carrera”. Es posible que Homero usara la imagen de este faraón para el personaje de Ulises, de la Ilíada, pues de Ulises se decía también que nadie excepto él podía tensar su arco. Las estatuas de Amenhotep II lo representan como un hombre musculoso y atlético, dato que confirma su propia momia.

 

En resumidas cuentas, el pueblo egipcio disfrutaba con su ocio de distintas maneras, y una de ellas era practicando deporte o juegos de mesa, con una idea que ha llegado hasta nuestros días, y es conseguir mantener un cuerpo sano con una mente sana.


 

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