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"EL EXTRANJERO OBSERVADOR" (extracto)

 

CONCURSO DE EGIPTOLOGÍA

- RELATOS CORTOS ASADE sobre el Antiguo Egipto -

I Edición - Año 2007

 

            Amado padre. Hace ya diez días que llegamos a estas tierras, y al menos tres desde que fuimos instalados en la capital y en un suntuoso palacio. No hay duda de que este pueblo es favorecido por sus dioses, y eso es algo que se observa en cualquier aspecto. De eso te voy a hablar, padre. Te voy a hablar de las construcciones tan magníficas que realizan, de la gran riqueza de sus tierras, y de ese don sobre el que gira todo esa riqueza, ese don en forma de río.  

            Cuando llegamos a la costa después de un viaje en barco de otros seis días, nos adentramos en tierra por uno de los brazos del Nilo y tomamos rumbo al sur. Pequeñas ciudades y poblados se reparten a ambos lados, en fértiles terrenos, apropiados para sembrar y obtener toda clase de alimentos. No hay duda de que ese es otro pilar de este gran pueblo: la capacidad que los dioses les concedieron de obtener sustento en abundancia. La franja llana, fértil, verde, se extiende a ambos lados del Nilo en una considerable extensión. Después de dos días de navegación en esas dulces aguas, llegamos a un punto donde se unen los diversos brazos del gran rió. Allí paramos cerca de una antigua capital del reino, Menfis, para continuar en camello hacia el sol poniente. Lo que allí vieron mis ojos no puede ser narrado de ninguna forma, sin faltar a la verdad de su grandiosidad. Existen tres colosales estructuras piramidales, que sobresalen sobre otras de menor tamaño. Dos de ellas son descomunales, y tanto su longitud como su altura deben medirse en varios centenares de codos. Padre, te aseguro que estos cálculos no son exagerados ni desmedidos. Están formadas por cantidades ingentes de bloques de piedra que no puedo imaginar hayan podido ser apilados en línea y unos encima de otros, mas que por titanes. El representante del faraón que nos acompaña desde que partimos de nuestra tierra nos contó que son los recintos en los que descansan antiguos reyes del pasado, convertidos en dioses y de los que desciende nuestro regio anfitrión. La simple visión de estas gigantescas obras produce en el que se detiene a contemplarlas sensaciones contrapuestas de paz, serenidad, armonía, por un lado, y a su vez hace recapacitar acerca de lo efímero, de lo breve, de lo reducido de nuestra existencia, en comparación con esas colosales maravillas

             Esa parada que hicimos no puede sino considerarse un acto para impresionarnos, para mostrarnos su superioridad y poderío, sabedores de que causarían en nosotros sensaciones de asombro tanto como de inferioridad. Posteriormente volvimos a embarcar y continuamos nuestro camino Nilo arriba.  No puedo sino maravillarme de la cantidad de embarcaciones pequeñas, grandes, o realmente enormes que circulan por el ancho rió, corriente arriba, corriente abajo, o de una orilla a la otra. Un mar de velas lo inunda todo. Cada cierto tiempo, en una de las riberas observamos amplias canteras donde innumerables trabajadores se dedican a extraer bloques para que otros les den la forma adecuada, y luego sean transportados en naves a través del Nilo. No hay duda de que el Nilo es la arteria que da sentido y sobre la que gira este país. Es el Nilo un presente que los dioses les cedieron y del que ellos sacan esplendido provecho. 

            Nos reclaman para la comida, mi venerado padre. Continuare relatándote todo aquello que crea que pueda merecer tu tiempo, tu interés o tu atención. Solo espero tener la ocasión de poder enviarte estas cartas, estas reflexiones, hacértelas llegar lo antes posible, sin que sean interceptadas por mis anfitriones...

El texto íntegro será publicado en el BASADE IV (Diciembre 2007)

 

Autor: Raúl Escamilla Becerrá