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James Bruce de Kinnaird

 

La Egiptología, Egipto y los Primeros viajeros del siglo XVIII

 

Visión artística de Kinnaird de uno de los arpistas ciegos representados en los relieves de la tumba de Ramses III.

 

James Bruce de Kinnaird fue un rico gentilhombre escocés nacido en Kinnaird en 1730, que se dedicó a los viajes y a la exploración probablemente como consecuencia de una desgracia familiar: la pérdida de su amadísima esposa, con la que se había casado a los veinticuatro años, ocurrida unos pocos meses después de su matrimonio. Nombrado cónsul de Inglaterra en Argel en 1762, un encargo dificil y peligroso a causa del carácter tiránico y brutal del bey, que parecía no tener en cuenta en absoluto la inmunidad diplomática y las reglas vigentes entre los países civilizados, Bruce consiguió llevar a término brillantemente su encargo, que duró tres años, en el transcurso de los cuales se dedicó, entre otras cosas, al estudio de las antigüedades del país. Tras haber dejado Argel, Bruce recorrió toda la costa norteafricana hasta Trípoli y, posteriormente, visitó Siria, Creta y Chipre antes de dirigirse a Egipto, donde llegó en 1768.

 

En diciembre de aquel mismo año Bruce, en compañía de su fiel secretario Luigi Balugani y de su mayordomo, un griego llamado Strates, dejó El Cairo decidido a realizar un gran viaje de exploración
hasta las fuentes del Nilo Azul. Bruce remontó el Nilo hasta Tebas, donde paró para visitar los templos de Luxor y Karnak y las necrópolis de la orilla occidental del Nilo. Tras conseguir vencer la desconfianza de los guías locales, el escocés logró hacerse conducir a Biban el-Moluk, el Valle de los Reyes, donde penetró en el interior de una gran tumba, quedando fascinado sobre todo por un bajorrelieve que representaba a dos arpistas ciegos. Bruce abrió entonces su libro de apuntes y realizó un dibujo, si bien fantasioso, de las dos figuras: la tumba explorada por el escocés era la de Ramsés III, cuya planta había sido dibujada pocos años antes por Pococke, pero la impresión suscitada por el dibujo de Bruce, publicado algunos años más tarde en su diario de viaje, fue tal que la tumba fue llamada por todos «tumba de los arpistas» o «tumba de Bruce».

 

Tras haber reanudado su camino, Bruce alcanzó Asuán pero, a causa de los desórdenes locales, tuvo que regresar y alcanzar, a través del desierto arábigo, el puerto que Quseir en el mar Rojo. Allá fletó un barco y descendió a lo largo de la costa de Arabia hasta alcanzar Massaua, desde donde, tras mil dificultades y peligros, prosiguió por Adua, Axum y finalmente Gondar, capital de Abisinia.

 

Otro dibujo de los arpistas ciegos de la tumba de Ramses III.

 

Apoyado en sus conocimientos médicos y lingüísticos (antes de dejar Europa, Bruce había aprendido el árabe y el etíope, y algunas nociones básicas de medicina), fue recibido en la corte del rey Tecla Haimanout, donde curó con éxito a algunos miembros de la familia real enfermos de viruela. Congraciado así con el rey, que lo nombró incluso gobernador de una provincia, Bruce obtuvo, en 1770, el permiso de adentrarse en la región para alcanzar el lago Tana, pero su viaje fue interrumpido por una revuelta que le obligó a regresar a Gondar, de donde partió de nuevo unos meses más tarde en compañía de su mayordomo Strates, consiguiendo esta vez ir más allá del lago Tana y alcanzar finalmente las fuentes del Nilo Azul que, para su desgracia, ya habían sido descubiertas y descritas hacía más de un siglo por los jesuitas portugueses Pedro Paez -cuya crónica del viaje fue publicada en latín por Athanasius Kircher- y Jeronimo Lobos. Las obras de los dos jesuitas habían sido estudiadas por Bruce antes de su partida pero, evidentemente, el hecho tenía poca importancia para el testarudo escocés, que se limitó a polemizar con sus predecesores, cuya empresa no consideraba verídica. De regreso a Gondar, Bruce tuvo que esperar durante casi un año el final de una sangrienta guerra civil antes de poder emprender el camino de regreso, esta vez sin el fiel Balugani, que murió, probablemente de malaria, en Gondar.

 

En el viaje de regreso el escocés decidió descender por el Nilo pasando por Sudán pero, al atravesar la región de Sennar, se vio despojado de casi todas sus pertenencias. Pasado Damer, poco antes de la confluencia del Nilo con el Atbara, Bruce abandonó el río para acelerar el viaje, evitando la gran curva que hace el Nilo al pasar por Dongola. En una veintena de días consiguió atravesar el desierto nubio y llegó directamente a Asuán, desde donde descendió el Nilo, llegando a El Cairo con la salud quebrantada y sin dinero. Bruce tuvo que permanecer en la capital sus buenos cuatro meses para recuperar sus fuerzas antes de poder regresar a Inglaterra, donde llegó en 1773 tras permanecer algún tiempo en Francia y en Italia.

 

El relato de su extraordinario viaje y de sus sorprendentes aventuras suscitó la hilaridad y la polémica, y pocos creyeron en la veracidad de sus afirmaciones, que consideraron demasiado exageradas para ser reales. Bruce, que mientras tanto se había recuperado, se retiró a la vida privada en sus posesiones en Escocia, donde vivió tranquilamente algunos años. Tras la prematura muerte de su segunda esposa, ocurrida en 1778, Bruce se dedicó a la redacción de una gran obra sobre sus viajes que fue publicada en 1790, en cinco volúmenes, con el título "Travels to Discover the Source of the Nile on the years 1768, 1769, 1770, 1771, 1772 & 1773", y traducida al francés y al alemán. Bruce murió pocos años más tarde, en 1794.
 


Bibliografía: "El Descubrimiento del Antiguo Egipto" de Alberto Siliotti. Puede consultarse en los libros prestados a la Biblioteca de la ASADE (Asociación Andaluza de Egiptología) por Juan de la Torre Suárez y Teresa Soria Trastoy.

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